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domingo, 20 de marzo de 2011

Una mañana de sol

Hoy salí pronto de casa. Me desperté a las diez y el sol me animó a pasear.
Fui sola, quería andar un poco, oler la primavera y dejar que me pusiera de buen humor.
Me sentía como una margarita dormida, cubierta por un manto de frío.
El calorcillo me desperezó y desplegué los brazos.
Lo echaba de menos.

Crucé varios parques donde los niños jugaban inquietos.
Había bicis por la carreterera y personas leyendo el periódico al aire libre.
Me vinieron flash-backs de cuando tenía seis años y acompañaba a mis padres los domingos por la mañana a comprar el pan. Siempre pedía el currusco, que sabía a gloria. Después, en el kiosco de Maruja me dejaban elegir un tebeo. Un Don Mickey o un Zipi y Zape. Eran mis preferidos.
En el cruce de Alfonso Molina sopló el viento. La brisa olía a mar, ya no era tan fría como días atrás, ni estaba contaminada por el tráfico.
Estar allí, con la mañana por delante, era lo más parecido a la felicidad. Es tan fácil como vivir el presente.
En mi cabeza no había sitio para más, ni iba a permitir que lo hubiese.