Cuando era pequeña, el mejor momento del día era aquel en el que me balanceaba en un columpio, levantaba la cabeza hacia el cielo y creía que podía volar. Ahora he crecido, ya no quepo en los columpios, pero desde esta esquina del mundo pretendo recrear esa sensación de libertad, donde cualquiera puede tocar el firmamento con la punta de los dedos.
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martes, 24 de abril de 2012
PinkSlipParty
Con ese nombre me esperaba cualquier cosa, pero en la información ponía que era un evento de networking (hacer contactos) para empresas y personas en búsqueda activa de empleo, que además iba precedido de una charla de motivación.
Las plazas ya estaban cubiertas, pero el organizador me dijo que aún había algún sitio más y lié a Bieito para que viniera conmigo.
Jamás me perdonará que le hiciera semejante jugada.
Yo ya había asistido a alguna de estas charlas y aparte de pasármelo muy bien, siempre conllevan algún tipo de reto. Alguna tontería para que hagas el ridículo en público y te rías. Pero Bieito es muy tímido para esas cosas y se pone rojo como un tomate en el minuto uno.
Pues bien, ante una sala de completos desconocidos tuvo que darle un masaje en los hombros a la persona de su izquierda. Luego, lo mismo, con el que estaba a su derecha y así en sucesivos cambios al ritmo de la música, al igual que el resto de asistentes. Más de 80 personas adultas bailando una especie extraña de conga de masajistas. Después había que buscar a cinco personas más que te chocaran las manos, darle a otras cinco un abrazo y, para terminar, gritar saltando ¡SÍ, SÍ, SÍ!, cuando lo hubiésemos conseguido. Todo en unos minutos.
Yo no sé si me reía más por el ridículo que estaba haciendo o por ver la cara ojiplática de Bieito, al más puro estilo manga "Tierra, trágame. A mí, a ella y a todos mis antepasados"
¡Pero lo hizo! Fue capaz de hacerlo, al igual que todos, porque detrás de cada traje, título y cargo, siempre hay una persona que siente y padece como cualquier hijo de vecino. Y después de semejante situación, ya estás más que preparado para acercarte al empresario A o B y decirle lo bueno que es tu currículo.
Sin embargo, en este tipo de eventos no sólo se hace eso, lo que pasa es que yo empecé por el final porque había más emoción. La charla, en sí, hablaba de que para evolucionar y combatir nuestros miedos (miedo a no dar la talla, a no contestar bien en una entrevista de trabajo, a cometer errores, etc.), hay que entrenar nuestro cerebro, y esto se consigue saliendo a menudo de nuestra zona de comodidad, esa situación en la que tenemos todo bajo nuestro control (al menos, en apariencia) y lanzarnos a probar, explorar, aprender cosas nuevas, intentar hacerlas de otra manera.
Así explicaron que el fracaso no existe, sólo los resultados, que, en cualquier caso, te acercarán más a tu objetivo. Por ejemplo, Thomas Edison dijo que había descubierto más de mil formas de cómo NO hacer una bombilla, hasta que un día la hizo.
También advirtieron que no nos engañaramos: nunca podremos estar seguros al 100%, por lo que es mejor no intentar revolcarnos en las emociones, sino tenerlas presentes, controlarlas y lanzarnos a la acción.
En realidad son cosas que ya sabes, pero suenan de forma diferente cuando te las dicen en una conferencia y nunca viene mal que te las recuerden.
La próxima vez, prometo dejarme caer en lo desconocido.
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