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domingo, 5 de diciembre de 2010

Y ahora, qué

 Después de conseguir mi objetivo, trabajar ¿Significa eso que voy a abandonar el blog?

Noooooooo, bajo ningún concepto.

Me va a costar ser constante, pero nada más. Sigo recopilando historias, como las que se pueden leer en las hojas caídas de los árboles o entre los cristales de esta pequeña ciudad.
En lo sencillo, lo que pasa cada día por delante de nuestras narices, está la gracia de todo. Así que continuaré buscando pistas en la calle, huellas de hadas y gigantes entre las marcas de neumático quemado. Relatos de niños que aparecen de repente, sin llamar y situaciones ridículas que decoren mi currículum.
Siempre hay algo que contar, afortunadamente.

Esta semana creo que desarrollé una, dos, tres... hasta cuatro profesiones diferentes. En mi anterior trabajo, uno de mis jefes me llamaba Laura multifunción y no le faltaba razón.
Había que preparar un acto para más de 200 personas y éramos dos para sacarlo adelante en cuestión de 14 días. Un estrés. Me costaba hasta desayunar y eso que yo no paso sin mi bol de cereales ni de broma.
Por fortuna tengo un botoncito rojo en el ombligo que activo para estas ocasiones, "Sólo en caso de emergencia", pone en letras pequeñitas y funciona, vamos que si funciona. El demonio de Tasmania es una tortuga a mi lado. La parte mala es el desgaste físico que te crea después, me pasé casi dos días durmiendo, pero mereció la pena. Todo salió bien y la empresa nos dejó hacer puente en compensación.

Gracias a eso pude ir a ver a mi hermano cantar.
El alcalde inauguraba el alumbrado de Navidad y el coro de él era el encargado de ponerle música al momento. Hacía mucho frío. Mis padres, mi amiga Elsa y yo estábamos ateridos, esperando junto a un grupo de personas que miraban expectantes al palco, sin saber qué iba a pasar.
Yo llevaba mi gorrito años 30, regalo de cumpleaños y Elsa su abrigo polar. De vez en cuando, dábamos saltitos a los lados para entrar en calor, como los gorriones.
Pero entonces surgieron las voces de los chavales, que aparecieron sobre el escenario con gorritos de Papá Noel -mi hermano también, pese a sus 20 añitos-.
Bombillas azules y blancas iban decorando árboles y plazas. La noche se iluminó y un árbol gigante al lado del Obelisco se cubrió de luciérnagas. Fueron los primeros villancicos de diciembre, mucho mejores que los de los centros comerciales. Algo para recordar.



Creo que me va a gustar este mes de diciembre.

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