Una se descuida, deja un tiempo de escribir... ¡Cof, cof! Y ya está todo el blog cubierto de pelusas gigantes.
Bueno, esto ya está un poco mejor, al menos distingo las letras del teclado...
¡¡Muy buenas!! ¿Qué tal? ¿Cómo andamos?
Sí, sé que he estado desaparecida. Me pesa en el alma.
La razón es que trabajo tantas horas con el ordenador que cuando llego a casa ni quiero mirar los e-mails.
Valoro mucho mi tiempo libre y necesito desconectar de tanta máquina, así que cuando libro, me voy a pasear.
El fin de semana se me va en eso. No tengo tiempo de aburrirme ni de hacer alguna otra cosa más. Desgasto las suelas de los zapatos hasta que me piden una tregua.
Mis otras aficiones, ahora, se vuelven secundarias ante la necesidad imperiosa de no pensar en nada y vaciar la cabeza para volver a empezar el lunes.
El ritmo diario es intenso porque trabajamos para 300 personas. Es imposible tener cinco minutos para organizar la mesa.
Las tareas menores se van acumulando para dejar espacio a lo importante, hasta que de repente me encuentro en una trinchera de papelotes, post-its y carpetas que no dejan espacio a mis dos ordenadores (uno es mío, que utilizo sólo para diseñar y el otro es el de la empresa, con las bases de datos y demás)
foto publicada en: http://usuarios3.arsystel.com/aleszaragoza/iStock_000009700656Small1.jpg
Pero a pesar de todo y de lo cansada que estoy durante la semana, por suerte, lo voy controlando, incluidos los imprevistos que surgen en el peor momento. Así que es ahora cuando, verdaderamente, disfruto de lo que hago, porque tengo tiempo para ser consciente de la función que cumplo y también empiezo a notar las consecuencias de mi esfuerzo.
No busco un reconocimiento público, lo que quiero es sembrar ilusión, que la gente se sienta activa y capaz de sacar cualquier cosa adelante. Busco medios y contactos debajo de las piedras para que lo consigan. Intento contagiarles de ejemplos y casos realistas que les motiven. Les pico aquí y allá, para que investiguen, que pregunten. Les promociono y les ensalzo para sacar en mis entrevistas lo mejor que hay en ellos y de lo que quizá no sean conscientes. Pongo pilas y recargo las mías a la vez, cuando siento que los ojos se encienden, que el mensaje llega y que nada parece tan difícil ahora.
Puedo asegurar que no destaco nada en la oficina, que nadie me pregunta ni me consulta. Soy la nueva, no tengo voz ni voto. Sin embargo, hay gente para la que trabajo que me busca con una sonrisa en la cara o que me ayuda sin pedir nada a cambio. Incluso me animan cuando meto la pata. Me saludan y me invitan a un café si me ven por la calle y no les importa de quién sea hija o con quien esté relacionada para poder compartir contigo muchas cosas.
Esa es suficientemente razón para levantarse todos los días por la mañana.
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