No conozco nada que no sea difícil. Al menos al principio, cuando lo intentas por primera vez.
Yo no soy de las afortunadas que lo hacía bien a la primera.
Al contrario, lo más normal es que tuviera que esforzarme mucho y no siempre, después de todas esas horas, días, semanas o meses, conseguía buenos resultados.
Mi diario está lleno de errores hilarantes, meteduras de pata, cabreos y lágrimas de frustración. Todo bien mezclado y bien revuelto. Bastantes, en treinta años.
Sólo a base de esas experiencias aprendí a dejar de tomarme todo tan en serio y relativizar, porque, por desgracia, nunca nos preparan para saber recibir los golpes y lo primero que hacía en esas circunstancias era culpabilizarme y dar vueltas y vueltas pensando en cómo arreglarlo, asumiendo que yo tenía el problema, pero en numerosas ocasiones no somos nosotros quienes lo generamos.
Puede que te tachen el examen porque hoy no les convenzan tus argumentos; que te amarguen el día porque ellos mismos están amargados; que el cuerpo se tuerza inesperadamente o que aparezcan 40.000 dificultades así, sin explicación aparente y sin que abras la boca.
¿Qué hacer entonces? Bueno, pues yo sólo hago una cosa y es seguir adelante, como sea.
Si esperas a que todo cambie y se arregle de repente, te pueden salir telarañas, pero nada ni nadie tiene derecho a tirar abajo tus ganas de vivir, por mucho que le quieras.
Dentro de cada uno hay demasiadas cosas buenas como para que se queden encerradas en busca de otro momento para salir. Aunque sea a solas, déjalas volar para que se aireen, te lo van a agradecer.
Quizá algunos no les den aprecio o no las entiendan, pero tú sí y sólo ese es un gran motivo para que les des la importancia que merecen.
Cuando era pequeña, el mejor momento del día era aquel en el que me balanceaba en un columpio, levantaba la cabeza hacia el cielo y creía que podía volar. Ahora he crecido, ya no quepo en los columpios, pero desde esta esquina del mundo pretendo recrear esa sensación de libertad, donde cualquiera puede tocar el firmamento con la punta de los dedos.
Los textos publicados en este blog figuran en el registro de la propiedad intelectual y están protegidos por derechos de autor.
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
Cuentas una gran verdad con una sencillez increíble, Laura. Gracias en nombre de todos los que así lo creen, que serán muchos, aunque no se detengan a escribirlo. En la vida, debemos empezar por querernos a nosotros mismos.
ResponderEliminarGracias, Mercedes. Me alegro mucho de que sirva de algo ;D
ResponderEliminarMuchas veces nos cerramos sin querer y es verdad que no dejamos airear nustras cosas buenas y por no intentarlo sólo mostramos algunas de las malas. Es una bonita reflexión, y.. me encanta el video! (lo llevo en el movil :D)
ResponderEliminarAgradezco mucho tu comentario, Suzume :D
ResponderEliminar