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jueves, 29 de mayo de 2014

De visita en el MAC



Podría tener el título de maestra escapista, cualquier cosa me sirve para huir de la realidad. Me tientan las historias que no son mías y poder fugarme con ellas, aunque sólo sea durante una tarde. Por eso suelo ir a exposiciones de arte, a contemplar otros mundos diferentes, aprender a mirar con otros ojos y sentir sensaciones nuevas impregnadas de pintura, esculpidas en piedra o a través de la luz de las fotografías, entre otras tantas formas de expresión.

No estudié Historia del Arte, pero hay obras que han llegado a capturarme, impidiendo que mirara hacia otro lado y que me quedara clavada en el sitio, escuchando, observando… A veces sabes que toda una vida no sería suficiente para admirarlas, que nunca te sentirías “llena” y quisieras robarlas para poder tenerlas en tu casa a placer.

Por supuesto, eso no pasa siempre. También hay artistas muy reconocidos de los que podríamos dudar de sus capacidades o que simplemente no nos dicen nada. Creo que más allá de los libros de teoría es el estómago el que se pronuncia a favor o en contra y eso es lo que hace que el arte sea tan accesible.

Para ponerlo a prueba, el Museo de Arte Contemporáneo Gas Natural Fenosa (MAC) de A Coruña siempre sorprende. Hace unos días fui con una amiga a ver sus tres exposiciones. Empezamos con la de Paula Rego, “Fábulas reales”, una famosa artista internacional de la que trajeron una gran diversidad de trabajos de sus diferentes etapas. Siempre intentando experimentar con técnicas nuevas tenía dibujos, pinturas, acrílicos, pasteles y hasta figuras de cartón piedra. 

Las imágenes eran duras, difíciles y grotescas. Casi todos los temas se referían al aborto, los abusos o la política, en los que quería reivindicar los derechos de la mujer. A veces también recurría a experiencias de su propia vida o a recuerdos de su infancia.

De todo me llevo miradas de expresión amarga, envueltas en ambientes sombríos, como pidiendo una ayuda que nunca llega.



Salí de allí con escalofríos, pero eso también es arte.

“Intromisiones”, la exposición fotográfica de Aitor Ortiz, fue un bálsamo después de aquello. Con un completo dominio del claroscuro y el equilibrio, sus retratos de megaestructuras hacían que viaductos, presas o edificios pareciesen esculturas acordes con el paisaje jugando con las perspectivas. 



En otros casos, directamente él conseguía asombrosos juegos de luces combinando soportes e imágenes en curiosas composiciones geométricas.

Hacía mucho tiempo que no veía algo tan bonito.

Para terminar, Takeshi Shikama, nos ofreció “Los murmullosdel bosque”, preciosos paisajes o parques urbanos fotografiados en blanco y negro desde Yosemite, pasando por los jardines de Luxemburgo o la isla de Skye a las propias Fragas do Eume, impresos en un papel tradicional japonés, el Gampi, que le confería un tono beis, de pergamino.

La niebla, las cascadas, los árboles caídos y la riqueza de detalles daban al conjunto un aura de magia y misterio, como si estuviéramos adentrándonos en territorios vírgenes. Imágenes atrapadas en el tiempo en el esplendor de su belleza.

Os dedico esta:


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