“Tendrías que hacer yoga”, me dijeron, “va muy bien para la
espalda. Te relaja. Aprendes a controlar la respiración y estiras todos los
músculos”. Sí, tenían razón. El día que salí de aquella clase, parecía un
calcetín dado de sí después de que dos perros se pelearan por él. Hasta creo
que mido unos centímetros más.
Según leí, el yoga es una doctrina filosófica hindú con más
de 5000 años de antigüedad que trabaja la contemplación, la concentración y la
inmovilidad para alcanzar la perfección espiritual, donde el equilibrio es la
base de todo. La palabra en sánscrito significa unión de mente, cuerpo y
espíritu.
Para conseguirlo, la monitora empezó pidiéndonos que nos
echáramos en la esterilla, cerráramos los ojos y sintiéramos nuestra
respiración, a medida que destensábamos por orden todas las partes de nuestro
cuerpo; pero justo en el pabellón de al lado, en el gimnasio, estaban haciendo
una gyncana deportiva y lo único que oía es como vibraba con el chunda-chunda
musical.
Patti Smith, escandalizada |
“¡BECAUSE
THE NIGHT BELONGS TO LOVERS, BECAUSE THE NIGHT…!”
La profesora parecía ignorar la banda sonora que teníamos y
seguía insistiendo en que nuestros cuerpos pesaban cada vez más…
-
- ¡Mire una cosa. Es que con tanto ruido, yo no
puedo concentrarme! –dijo una señora.
-
- ¿Quieres ponerte del lado de la ventana? Así no
estás tan cerca de la otra clase.
-
- ¡Si va a ser lo mismo! ¡Con este volumen!
“¡BECAUSE
THE NIIIIIIIIGHT…!”
Así que tuvimos que fluir con la versión bakaladera de Patti
Smith y otros tantos ases del top manta. Todo un reto para la fase de pranayama
(respiración consciente y meditativa, para controlar la mente, oxigenar las
células y potenciar el flujo del prana o energía vital)
Tras eso empezamos a hacer figuritas. Más o menos se trata
de mantener diversas posturas (asanas) durante un período de tiempo, cual
figuras de cera, en las que los músculos se tonifican y eres consciente del
trabajo que están haciendo. La profesora insistía en dónde deberíamos tener
nuestro punto de apoyo y notar el estiramiento para hacerlo bien.
Empezamos con la posición de torsión. Ahí dices, “Qué fácil, eso lo sé hacer”, pero cuando te explican que no puedes apoyar tu peso sobre la mano, sino que tienes que mantener recta la espalda, te das cuenta de que quizá no la tienes tan bien como deberías. “Bueno, un inconveniente”.
Empezamos con la posición de torsión. Ahí dices, “Qué fácil, eso lo sé hacer”, pero cuando te explican que no puedes apoyar tu peso sobre la mano, sino que tienes que mantener recta la espalda, te das cuenta de que quizá no la tienes tan bien como deberías. “Bueno, un inconveniente”.
Posición de torsión. Imagen de Aomm.tv |
Después seguimos con el plano inclinado y te
preguntas si tus abdominales han estado alguna vez ahí. “No puede ser. ¿¡Ya estoy
sudando!?”.
Plano inclinado. Imagen de momentoyoga.wordpress.com |
Te estiras con la cobra.
La cobra. Imagen de yogalifejourney.com |
Vuelves a sufrir, esta vez con el perro. “¡Me están temblando las piernas!”.
Descansas con el niño.
Compruebas que tu árbol no se sostiene en pie. “¡Pero si sólo estoy levantando el tobillo!” y te consuelas pensando que tu flor de loto es… decente. Y eso teniendo en cuenta que cuando la profesora decía inspira-espira, tú nunca ibas a ritmo. “Yo primero coloco los músculos y después ya veré si puedo respirar”.
Para terminar, cantamos todos el mantra Om. Ahí me sentí rara, muy rara, pero tengo que reconocer que la vibración que provoca en el cuerpo al hacerlo en coro con toda la clase era muy curiosa.
El perro. Imagen de yogaparaprincipiantesonline.com |
Descansas con el niño.
El niño. Imagen de saludpasion.com |
Compruebas que tu árbol no se sostiene en pie. “¡Pero si sólo estoy levantando el tobillo!” y te consuelas pensando que tu flor de loto es… decente. Y eso teniendo en cuenta que cuando la profesora decía inspira-espira, tú nunca ibas a ritmo. “Yo primero coloco los músculos y después ya veré si puedo respirar”.
El árbol. Imagen de yogaencasa.info |
Para terminar, cantamos todos el mantra Om. Ahí me sentí rara, muy rara, pero tengo que reconocer que la vibración que provoca en el cuerpo al hacerlo en coro con toda la clase era muy curiosa.
La flor de loto. Imagen de www.femenino.info |
Según el yoga, este sonido adquiere una frecuencia de 432
Hz, la misma que tiene todo lo encontrado en la naturaleza, por lo que lo
consideran el sonido básico del universo. Así explican que al cantarlo
sintonizamos con él y reconocemos que estamos conectados con todos los seres
vivos. Además, dicen que ralentiza el sistema nervioso y calma la mente,
disminuyendo la presión arterial.
Finalizamos juntando las palmas, alzándolas hacia la nariz e
inclinando la cabeza para decir Námaste, “Te reverencio a ti”. Eso me salió
bordado.
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