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miércoles, 25 de junio de 2014

San Juan



Atardecer desde la Torre de Hércules


Decían los celtas que el solsticio de verano (21 de junio) era un día mágico (el “Alban Heruin”), donde las puertas del más allá se abrían para que los familiares fallecidos se reunieran con los suyos, encontrando el camino gracias a la luz del fuego. Además, también se pedía la bendición de las tierras y sus frutos y se celebraban rituales de amor y fertilidad.

Como todas las creencias de este origen, se ha cristianizado al ser considerada pagana por la Iglesia y se ha convertido en el día de San Juan (24 de junio), en relación con la hoguera que mandó prender Zacarías para anunciar el nacimiento de su hijo, Juan Bautista, que no esperaba poder tener, según explican las sagradas escrituras. Así, en la época medieval se encendían grandes hogueras donde estaba presente la señal de la cruz a modo de conmemoración.

Sin embargo, en Galicia, todo ello se ha mezclado con las leyendas populares, siendo esta una noche donde las brujas o “meigas” están al acecho y es necesario saltar tres, siete o nueve veces (números mágicos) una hoguera si quieres librarte de ellas, mientras gritas “Meigas fóra” para espantarlas y pides un deseo.

Así, la playa de Riazor y el Orzán, en A Coruña, se llenan de tablas de madera, palos, papel de periódico y todo aquello que pueda ser quemado, para prenderle fuego a partir de las doce de la noche y convertir los arenales en un espectáculo de luz.

Todos los años voy y aunque diluvió por la tarde, a partir de las diez el cielo concedió una tregua.

Primero, como manda la tradición, mi amiga Elena y yo cenamos sardinas asadas con pan de brona, hecho con harina de maíz (De ahí el dicho: “En San Xoán, a sardiña molla o pan”), y luego fuimos corriendo con Bieito y Caye hacia el paseo marítimo.

Playa del Orzán el día de San Juan

Farolillos voladores
Allí emprendimos un peregrinaje para saludar a otros amigos y pasarnos por sus fuegos. Todo huele a humo y el frío y la humedad no tienen cabida esa noche, que se vive hasta el amanecer.

Hay grupos tocando por todas partes. La gente baila, bebe y se ríe como si no hubiera un mañana. El verano está en el aire y todo parece posible. Atrás queda el invierno para dejar paso a un nuevo comienzo. Arden los apuntes de clase, arden las listas de cosas malas, arden “feitizos para namorar”.

De repente, se quema la falla principal y los fuegos artificiales explotan al mismo tiempo. Antes de terminar, lamparitas voladoras de papel empiezan a ascender desde la playa del Matadero.

No hay mejor forma de recibir al calor.

Al día siguiente, no sabemos cómo hemos entrado en casa, cómo nos hemos quitado las lentillas y dudamos de nuestro propio nombre, pero nos lavamos la cara con las hierbas de San Juan (pétalos de rosas, hierba de san Juan, trébol, romero, verbena, hinojo…) Dicen que es un rito purificador y realmente tiene que serlo para quitar el olor a ceniza y la resaca. 


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