Nadie lo sabe, pero existe un pequeño pedazo de mí, tan minúsculo y especial como el meñique del pie izquierdo. Se esconde encogido detrás de la uña, apenas un átomo, aferrado a mi cuerpo.
Casi no lo siento, algún que otro cosquilleo de vez en cuando, si es que sale a jugar, pero es muy raro. La mayor parte del día está muy callado, ronronea como un gato enroscado en el sofá, hasta que la luz se va. Entonces levanta una oreja, comprueba que no se oye nada y se despliega, poco a poco, como un origami, ocupando el espacio con un folio en blanco.
- Escribe -me dice- Cuéntame aquello que nadie puede oir.
Y ya no controlo las manos, las palabras se dibujan una detrás de otra, intentando explicarse y contradiciéndose a la vez, cada una más bonita que la anterior. Mis pequeños niños correteando por el patio.
Me brillan los ojos en la oscuridad.
"Hay una canción -se me escapa- Es un poco enrevesada, porque está en inglés y además, ya no se lleva. Pero me gusta tanto...
Cuando la escucho, no puedo evitarlo, se me derriten los huesecillos y me echo a temblar.
No sirve para cualquiera, porque hay que tener una sensibilidad especial.
Tienen que cogerte de la mano, lentamente y susurrártela, mientras te llevan, con los ojos cerrados, bailando a pasitos por el salón vacío, sobre las luces de la calle.
Puede que sientas que el mundo es perfecto, cuando antes no lo parecía, mientras se humedecen las mejillas, porque reconocerás el murmullo entrecortado.
Que te ha acunado tantas veces, que te ha contado tantos cuentos, que te ha dicho tantas cosas bonitas.
Ha estado siempre tan lejos y tan cerca.
Y de repente, un día porque sí, aparece, para bajarte las defensas, para decirte cuánto te quiere. Incluso ahora, que él es tan vulnerable y tú tan fuerte.
Caerás desarmada, pero no te importará, porque estarás a gusto y derramarás el pelo en su hombro, buscando protección. La misma que te dio años atrás, la que estará dispuesto a darte más allá de la muerte.
Qué difícil ha sido entendernos -pensarás- y aún así, qué maravilloso ha sido conocerte.
Levantan el brazo, para hacerte girar como una princesa y en las dos últimas vueltas, cuando la voz está a punto de callarse, te agarran de la cintura y te estampan un beso de colegial".
Cuando termino la ele, el papel vuelve a doblarse, hasta encajar en mi ridículo dedo.
- ¿Mañana me cuentas otro? -pregunta mientras se encoge.
- Lo intentaré, pero no se lo digas a nadie.
- Nooo... ¡Es un secreto! -protesta medio dormido.
- Sí, nuestro secreto.
Cuando era pequeña, el mejor momento del día era aquel en el que me balanceaba en un columpio, levantaba la cabeza hacia el cielo y creía que podía volar. Ahora he crecido, ya no quepo en los columpios, pero desde esta esquina del mundo pretendo recrear esa sensación de libertad, donde cualquiera puede tocar el firmamento con la punta de los dedos.
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Aunque la edad nos haga tener diferentes opiniones sobre la vida,no olvides nunca que siempre serás mi pequeña princesa. Un beso
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