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lunes, 13 de septiembre de 2010

La difícil profesión del profesor

Hace unos días le comentaba a un amigo que yo, por lo general, siempre había tenido suerte con mis profesores. Claro que hay almas cándidas en todas partes que te pueden hacer una clase insufrible, pero cuando te encuentras a uno bueno, vale por tres.

Recuerdo perfectamente las charlas apasionadas de mi profesor de Literatura. Él no leía, interpretaba los textos. Su voz te envolvía sumiéndote en una especie de trance y dejabas la clase atrás.
Nadie hablaba, porque todos estábamos sobrecogidos, escuchando versos o entendiendo textos que antes nos hubiesen parecido infumables. Me sentía una más en "El club de los poetas muertos" y salía del aula aletargada declamando "Oh, capitán, mi capitán".
Sus exámenes no eran fáciles de aprobar, no quería que volcaras tus conocimientos, quería que le inspiraras y había que engancharlo con la fuerza de tus palabras, aunque se tratase de un simple análisis.
Era exigente, pero nunca llegué tan lejos como cuando él salía a la palestra.

Igual que él, mis profesores de Historia me inyectaron el gusanillo de la investigación, la infinita curiosidad y la reflexión continua. Supe por qué el mundo era como era. La globalización estaba permanentemente en mi vocabulario. Seguí de cerca a Oriente Medio, EEUU, Rusia... Combatí en múltiples guerras y en otros tiempos, vi cómo se resolvían catástrofes económicas, cómo se ganaban derechos y libertades ficticios, a los que muchos aún no pueden acceder, por qué existen las fronteras y todos los intereses ocultos que establecen las reglas del juego.
En Antropología me atraparon las perspectivas que pueden dar otras culturas -pese a que Europa considere que algunos pueblos aún no han evolucionado como los occidentales-, además de la belleza y el significado de los mitos.
La Sociología me abrió las puertas de la mente humana y sus complicados entresijos; el cine y la fotografía me enseñaron a ver por primera vez; la filosofía, a pensar en abstracto; la ciencia, a descubrir las leyes de la naturaleza, etc., etc., etc.

Es cierto que soy una persona a la que le gusta sacar el máximo provecho a todo lo que hago y que hasta donde parece imposible, encuentro algo interesante, pero creo que cuidar nuestros conocimientos es un deber, además de un derecho.

Que la Educación sea pública y se imparta en igualdad para todos es un lujo, si comparamos España con países como Afganistán, la India, Perú, el Congo... donde muchos niños darían lo que fuese por ese privilegio. En su lugar, tienen que trabajar en lo que sea para ayudar a sus familias a salir adelante, si las tienen, si no, luchan por ellos mismos.

Yo soy licenciada y ahora no encuentro trabajo, pero mis años de estudiante fueron el mejor regalo que podían haberme hecho jamás. No me imagino lo que sería estar en la misma situación sin todo aquello que me enseñaron. Las desgracias parecerían peores sin el consuelo que ahora me da el arte y los problemas me comerían viva al no saber buscar soluciones. No hay nada, de ninguna asignatura, que no me haya servido en el día a día.

Por eso, no puedo entender que a mi mail puedan llegar cartas como ésta, de una profesora desesperada ante el retroceso social en materia de cultura en el que estamos inmersos.
Me la pasó Carapuchiña y no pude comprobar las fuentes, puesto que es un mensaje en cadena, pero sea cierta o no, creo que es una reflexión muy buena que debería tenerse en cuenta. Dicho esto, la transcribo a continuación:


El síndrome Belén Esteban*

Como profesora, las preguntas de los alumnos que más me cuesta responder convincentemente son sobre porqué hay que estudiar cosas que a ellos les parecen inútiles o absurdas, como la Historia o la Geografía. Yo tengo claro qué me aportan a mí, pero de todas las razones que hay para estudiar estas cosas, yo les hago hincapié en lo necesarias que son estas disciplinas para comprender el mundo en el que viven: las coordenadas de espacio y tiempo, que al fin y al cabo son las que tratan la Geografía y la Historia , nos ayudan a conocer el sitio que ocupamos en el mundo y a comprender de dónde vienen todas nuestras realidades. Que todo eso les puede parecer ajeno y absurdo, pero que muchas de las cosas que estudian tienen que ver con su vida real y que, quieran o no, les afectan. 




Por ejemplo, ¿quieres saber por qué tienes a tu lado a un compañero que viene de Ecuador? ¿por qué habla el mismo idioma que tú? ¿quieres entender por qué un señor, por nacer con el apellido Borbón, va a ser "rey" y el Estado Español le va a dar mucha pasta (que vendrá de los impuestos que tú pagues de mayor)? ¿por qué lo que digan unos señores europeos en Bruselas va a repercutir - y mucho - en tu vida? Todo eso es geografía. Todo eso es Historia.

Algunos entienden qué quiero decir, otros no. Yo no llevo mal las preguntas, las protestas... son críos. Es normal. Donde me desarman del todo y me dejan sin respuestas es cuando me dicen que todo eso les da igual. Que para qué quieren saber dónde está Marruecos, si no van a ir nunca. Para qué conocer el tipo de elecciones que hay en España, si ellos no tienen la intención de votar jamás. Que les resbala que haya una guerra en Irak, que media África se esté muriendo de hambre o que la Unión Europea diga "bla". Si ni siquiera les interesa eso, imaginaos lo complicado que me resulta hacer que se interesen por lo que hacían señores de hace cinco siglos, por muy apasionante que yo intente pintarlo.

Y, Lo que llevo peor con diferencia, es esa actitud de orgullo con el que exhiben su ignorancia y su cortedad de miras. Esa actitud de "no sirve para nada, no me interesa. Eso que cuentas y a lo que dedicas tu vida es una mierda. Yo quiero jugar a la Play / irme de compras al Centro Comercial y ya". La tienen conmigo, que enseño Historia, pero también que los profes de lengua, de biología, de matemáticas. El desprecio por los libros, por el Arte, por la Cultura , por las Ciencias... no es algo tan raro, y puede conmigo.

Últimamente esa actitud está más de moda que nunca. Tenemos una perfecta encarnación en la dichosa Belén Esteban, que no sabe nada, no quiere saber nada y se jacta de ello. La mala educación, la zafiedad y la ignorancia puestos en un pedestal día tras día. Todo el mundo la aplaude porque ella es "auténtica" (signifique lo que signifique eso). Conozco a mucha gente a la que le gusta ver a la Esteban y es curioso, porque hay toda clase de personas entre su público. Entre ellos, los que más me llaman la atención son dos tipos: la gente que tiene (o cree que tiene) más educación que ella y la ve como un divertimento, incluso algunos como un consuelo (yo soy mejor que ella), o los que son como ella, que han visto como la ignorancia y la mala educación también te pueden hacer triunfar en la vida y que hay que sentirse orgulloso de ello. Eso me da miedo: que se extienda y que sirva de ejemplo a más bobos, que opinen que el no saber nada es estupendo. Que el presumir de ser zafio e inculto se convierta en políticamente correcto y sea bien visto.








"Eh, que yo no quiero ayuda de nadie, que no necesito ayuda, leche" dice la Esteban en un momento de estos cuatro minutos de despropósitos. "Como yo no he pillado esa revolución -la industrial- tres narices me importa" -un argumento que podría haber empleado uno de mis peores alumnos.
En fin... lo grande es que estoy convencida de que la mayor parte del público (y muchos de los de las mesas) no tenían ni idea de que la chica estaba metiendo la zarpa hasta el fondo y más allá y reían y aplaudían porque lo decía el regidor.

Entendedme: yo no critico a la gente que no sabe. Yo no sé mucho de tantísimas cosas... tampoco creo que tenga que ser motivo de vergüenza el no haber estudiado, el no hablar correctamente o el tener lagunas de conocimiento. Lo que me revienta es la actitud contraria, la exhibición con orgullo de la ignorancia y el menosprecio a cualquier cosa que huela a sapiencia. Me duele el desprecio a la educación, en todos sus sentidos. Me duele... y me da una pena que me muero. 


A mí también.

*Belén Esteban es la ex mujer del torero Jesulín de Ubrique, la chica delgada y teñida de rubio que aparece en el vídeo de Youtube. La razón de su importancia para que salga en la televisión, aparte de casarse con el diestro, se basa en que ella misma, con su pobre vocabulario y su incultura, se erige como representante del ciudadano medio en numerosos debates y tertulias televisivas.
Por desgracia, es más conocida en España que el escritor portugués José Saramago, que murió recientemente, por poner un ejemplo (foto dcha.)

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