Cuando era pequeña, el mejor momento del día era aquel en el que me balanceaba en un columpio, levantaba la cabeza hacia el cielo y creía que podía volar. Ahora he crecido, ya no quepo en los columpios, pero desde esta esquina del mundo pretendo recrear esa sensación de libertad, donde cualquiera puede tocar el firmamento con la punta de los dedos.
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lunes, 18 de octubre de 2010
Había una vez
Estaba dibujando garabatos en un papel, pero el lápiz se mareó y se fue. Me quedé idiota, mirando a la nada. "Hasta aburro a los lápices", me dije. Pero al rato volvió, con un séquito de rotuladores y se puso a escribir por las paredes. Una hilera de colores le seguía allá donde iba.
"¿Te acuerdas cuando tenías diez años y hacías tus propias historias? Las llenabas con macacos y te pasabas horas imaginando, casi te olvidabas de comer. Creías que era posible hacer que la magia fuese real. No había barreras que te cerraran el paso. Los obstáculos eran un aliciente más en tus aventuras y todo lo que te rodeaba se desfiguraba para adquirir nuevos significados. Te jactabas de encontrar vida hasta debajo de las camas y pensabas que cada año que pasaba era una oportunidad para descubrir cosas nuevas, convencida de que había promesas en el mañana que estaban esperando por ti. No necesitabas nada para ser feliz, excepto tus ilusiones y unos pantalones con parches en las rodillas. ¿Sabes? A veces, echo de menos a aquella niña".
Despacito, volvió volando a mi mano, mientras los rotuladores se metían en un cajón.
Al lado de los garabatos escribí con buena letra:
Había una vez...
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