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miércoles, 27 de octubre de 2010

A mi manera



Esto no es una canción, es mucho más que eso, una lección magistral de cómo hay que enfrentarse a la vida. Procuro tenerla presente siempre y forma parte de mi banda sonora, la que canturreo cuando me dejo caer por algún lado.
Me ayuda a tener la cabeza en su sitio, a saber lo que merece la pena y lo que no.
Así comprendo que los errores son habituales y forman parte del camino, que de ellos se aprende más que de los aciertos y que no se deben despreciar, porque uno a uno forman parte de ti y gracias a ellos eres como eres.
Me recuerda que el éxito no es la meta final, sino todo lo que hagas por alcanzarlo.
Por ella sé que un futuro predecible, es un futuro aburrido y que es necesario saber improvisar para disfrutar de las subidas y bajadas de tu presente, que es lo que tenemos delante de nuestras narices. Todo lo demás, afortunadamente, es incontrolable.
Tampoco dice que recorrer todas las etapas pendientes sea una tarea fácil, pero sí que nos compensará con creces intentarlo. Aconseja, pues, echarle pasión a cada instante, como si fuese el último, siempre fieles a nuestras convicciones y en la medida en la que nos lo permita nuestra imperfecta condición de seres humanos. A ser posible con humor, porque el tiempo le otorgará otra perspectiva a las cosas, por tristes que parezcan.
Pero sobre todo, lo más importante, y que según Frank, deberías tener en cuenta constantemente, es que, pase lo que pase, lo hagas siempre a tu manera.

martes, 26 de octubre de 2010

Jornadas de doce horas

Hoy me di cuenta de que el sol y yo tenemos el mismo horario laboral. Los dos nos levantamos a las ocho de la mañana y no paramos hasta las ocho de la tarde durante cinco días a la semana.
La diferencia está en que él trabaja también los sábados y festivos por amor al arte.
Yo le digo muchas veces, en la pausa del café, que por qué no se toma un descanso, que tampoco se va a acabar el mundo porque se quede en casa una vez, pero él me insiste en que si el ciclo de la vida, las estaciones... Excusas, la realidad es que se aburre mucho y le encanta la oficina, con sus nubes, sus pajaritos, su nieve y demás familia.
El caso es que después no creas que se rompe la cabeza, se queda ahí colgado, "IRRADIANDO LUZ", como dice él y santas pascuas
De todas formas, si el jefe no le suelta nada, yo no me voy a quejar, le tengo bastante cariño y ya que el pobre hace horas extra por el planeta adelante, pues también hay que tenérselo en cuenta.
Es un compañero un poco tímido, de esos que están ahí como si no estuvieran, pero cuando llega tarde por lo que sea... se le echa en falta.
Me acuerdo de una vez que me sentía fatal, de esto que estás sin ganas de hacer nada, ¿no? y no sabes por qué. Pues de repente, apareció él y surgió la motivación. Así sin más. Pero no sólo pasó conmigo, sino que a todos los que estaban a mi lado, ¡oye, les cambió la cara!
Es un tío agradable, no sé, tiene un don.
A última hora aún nos hicimos compañía... Bueno, en los últimos coletazos del día, ya sabes, cuando estás más cansado y parece que todo lo que dices se vuelve más trascendental.
Los dos miramos al horizonte y esperamos, como dos ancianos en un banco, sin decir nada, viendo la vida pasar.

- ¿Nos vemos mañana? -le pregunté.

No me contestó. En su lugar se fue y desapareció detrás de unos edificios, dejando sombras a su paso. Tan intrigante como siempre.
Da igual, me sé de sobra la respuesta.

domingo, 24 de octubre de 2010

Euskadi (Segunda parte)

Al día siguiente, por la mañana, nos levantamos temprano con la intención de volver a Zumaia. Desayunamos con las ventanas abiertas, escuchando el sonido de los pájaros. Las dueñas de la casa nos habían dejado sobre la mesa el pastel de bienvenida vasco, un bizcocho relleno de crema riquísimo. Cuando bajamos, nos estaban esperando con un paquetito:

- Toma, lo encontramos -le dijeron a Bieito.
- ¿Es el diccionario? -preguntó él ilusionado.
- Sí, es pequeñito, pero tiene las frases más comunes. No te va a hacer falta, de todas formas.
- ¡Anda, gracias! Es por curiosidad simplemente, por saber. ¿Cuánto os costó?
- ¡Nada, hombre, os lo regalamos! -contestaron riéndose.

La noche anterior Bieito les había preguntado si tenían un diccionario de euskera para saber dar los buenos días y ser cortés. Ellas se habían quedado sorprendidas y preocupadas diciendo que no íbamos a tener ningún problema, porque todo el mundo sabía castellano. Tuvimos que aclararles que queríamos aprender lo que pudiésemos por iniciativa propia.
Tenían los ojos como platos.

- Bueeeno, siendo así, no tenemos diccionarios de euskera-español, sólo de euskera, pero podríamos conseguirlo.

Debíamos ser los primeros turistas que les decían semejante cosa.
Bieito les comentó que entonces no importaba, pero al día siguiente habían bajado por la mañana a la librería del pueblo para dárnoslo.
Y fuimos nosotros los que alucinamos.

En el coche estuve hojeando el librito:

- Buenos días: egun on. Buenas tardes: arratsalde on. Por favor: mesedez. Gracias: eskerrik asko. Ya puedes ir memorizando, está claro que no viene del latín.

Algo sí aprendimos y la verdad es que dejamos a más de uno en ascuas. Era divertido ver cómo le brillaban los ojitos a los señores mayores después de que nos indicaran en castellano donde quedaba tal calle y haberles dado las gracias en euskera con acento gallego. Con su ayuda, pudimos llegar a ver los flysch de la zona. Se llaman así a los pliegues que hace el mar en los acantilados, como si fuesen arañazos o páginas de un libro cerrado. En los estratos más antiguos se encontraron restos del meteorito que extinguió a los dinosaurios.

 Flysch de Zumaia, con la marea baja. LGP

Hay una ruta que sale desde el centro de interpretación de Zumaia y bordea la costa hasta Deba. Nosotros no llegamos tan lejos, pero bajamos a ver las hendiduras aprovechando que estaba la marea baja.
La majestuosidad del paisaje se imponía allí donde miraras.

Junto con nosotros, una excursión de niños buscaba camarones y cangrejos entre las pozas, donde se quedaban atrapados muchos animalitos.

- ¡¡¡¡UN PULPO. HE ENCONTRADO UN PULPO!!!! -gritó un chaval.

Enseguida se formó un corro alrededor de él. Los niños más valientes intentaban agarrarlo, pero las ventosas se adherían a sus manos y recuaban ante los gritos de las niñas.

- Pobre pulpo -dijo Bieito- Non sabe a que lle espera.

Nosotros vimos caracolas del tamaño de una mano y cangrejos ermitaños.

 Vista general de Guetaria. LGP

Después de pasear por el pueblo seguimos por la carretera del mar hacia Getaria, pasando por los túneles excavados en la roca y sin dejar de oír las olas. Allí nos tomamos un café en el puerto, al lado de la playa, con vistas a la isla y a la muralla que bordea el lugar.
La siguiente parada fue Zarautz y su kilométrico arenal naranja lleno de surfistas. Nos llevó media hora recorrer todo el paseo, poblado de hileras de apartamentos para turistas y restaurantes como el de Arguiñano, justo en medio de todo.
Me llamaron la atención las esculturas que aparecían cada cierto tiempo por el camino, ofreciendo otras perspectivas del mar. Allí comimos un bacalao a la vizcaína que me supo a gloria.
Tras eso, callejeamos por el centro en busca del club de remo, pero no hubo suerte, el local estaba cerrado.

 Zarautz. ISP

Continuamos nuestro viaje hasta Orio. Ya pegado más al río, el pueblo tenía un aire diferente, menos turístico. Había un montón de fábricas de todo tipo, pero es que en ralidad ésa es la tónica general del País Vasco. Puedes encontrar madereras, conserveras, naves dedicadas a la cerámica, a la siderurgia... surgen como setas en el bosque, en cualquier momento.
De hecho, en Aizarnazabal, donde alquilamos la casa, nos dijeron que el pueblo estaba creciendo porque los jóvenes vivían de la fábrica que había allí y no se mudaban a la ciudad.
Un tejido industrial envidiable.

De todas formas, el casco viejo de Orio es medieval y tiene un montón de callejas empinadas y casas blasonadas de piedra anaranjada, así que tampoco le falta encanto. La mayoría de los escudos hacen referencia a la navegación y muchas familias están emparentadas con almirantes o marinos.
Bieito estaba emocionado, pero el calor empezaba a afectar a mi tensión y tuve que tomarme un café. Era demasiado tute para un día y aún nos quedaba por ver San Sebastián.
Buscamos un sitio a la sombra con una terracita y descansamos al lado de los árboles. Detrás de nosotros un corro de señoras se abanicaba mientras hacían la crónica social:

- ¡Esta mañana vi a Zutanita!
- ¡Zutanita!, ¡cuánto tiempo!
- Bajó del monte a ver a la madre. ¿No sabes que desde que se casó vive allá arriba?
- ¡No sabía que se había casado!
- Sí, con un chico muy agradable de Donostia que es abogado y se mudaron. La madre está muy contenta.
- ¿Ésa no era prima de Mengana?
- Noooo, tú te confundes con Citana, que es la de la farmacia. Ésa está muy malita, estuvo varios días en el hospital...

Mientras nos reíamos a hurtadillas, a Bieito se le ocurrió preguntar a la camarera por el club de remo de Orio.
Ésta sonrió orgullosa y le contestó que lo sentía mucho, pero que el club estaba en obras y que sería imposible localizar a los remeros ahora.

Foto publicada en: http://licemar.lacoctelera.net/post/2010/03/11/regatas-traineras

- ¿Será posible que non dou unha? -se lamentó Bieito.
- Ya te dije que tenías que haber entrado en el de Zumaia.
- En fin, xa probarei sorte con Bermeo. ¿Marchamos logo?

Con el GPS no fue difícil llegar al centro de Donostia, pero la verdad es que había mucho tráfico y Bieito iba un poco tenso. Nada más entrar nos quedamos sorprendidos con la elegancia de los edificios que a mí me trajeron recuerdos de París. La temperatura era muy agradable y la gente paseaba por todas partes.
Era una ciudad en toda regla, veraniega y señorial.

- Mira, aquí hay un sitio para aparcar.
Estábamos justo al lado del Kursaal.
- A ver se me cabe -me dijo Bieito.
Después de maniobrar, satisfechos, abrí la puerta.
- Jjjjjjjjjjjjjjjjjjjjjjjjjjjjjj
- LAURA, QUÉ FIXECHES!!!
- Ups, es que la acera está bastante alta... -dije como una niña pequeña.
- FODICHES* A PORTA!!
- Nooo, sólo la esquinita -continué pestañeando.
- Joder, ¡se nota!
- Bueno, así estamos en paz -si no funciona, hay que cambiar de táctica.
- Como que en paz?
- Te recuerdo que tú te cargaste la defensa de mi Renault 5 golpeándola contra un poste (primera pulla)
- Foi sen querer!
- Y esto también, pero la diferencia es que esto no se nota y a mi Renault le faltaba un buen trozo (segunda pulla)
- Mññññññ. Dios mío, vólvesme tolo**. Como podes ser tan patosa?
- ¡Patosa! Tiene gracia que me lo diga el que choca contra las farolas (tercera pulla y estocada final)
- Iso xa non me pasa!
- Jajajajajajajajaja (la victoria es mía).
- Que muller, Que muller...!! -exageró riéndose.

*Fodiches: en gallego, jodiste
**Tolo: loco

Contentos, caminamos al azar por las que deberían ser las calles principales del centro, en busca de la playa de La Concha. Pasamos por la estación, el teatro, las grandes tiendas bajo la arboleda y el ayuntamiento (el antiguo Gran Casino), hasta llegar al paseo marítimo.

Fotografía de Sergio. Publicada en: http://www.fotolog.com.br/sergiofoto/50504446.


- Bueno, aquí la tienes. En este sitio es donde se hace la regata de traineras más importante de España.
- É bastante pechada*

*Pechada: cerrada

Efectivamente, el arenal era ancho, pero después la costa se estrechaba a la izquierda y a la derecha, como si los dos montes que lo coronaban se quisieran juntar, y en el medio de ellos, había una isla. El esquema, visto desde el cielo, tendría el aspecto de una concha, justamente. Como Bieito decía, ofrecía la posibilidad de coger buenas empopadas.

 San Sebastián. LGP

Esta vez, la marea estaba alta y sólo se veía una fina línea de arena donde aún había personas aprovechando los últimos rayos de sol. Las ventanas de los edificios adyacentes reflejaban con fuerza la luz, como en Coruña.
Tras recorrer la mitad del paseo, me pareció ver una aguja gótica a lo lejos y arrastré a Bieito hacia el interior de la ciudad. No fue difícil encontrarla, la catedral del Buen Pastor es de estilo alemán y sorprende por su gran altura y sus enormes vidrieras, aparte de la decoración de gárgolas y pináculos. Había un montón de niños jugando en la plaza.


A partir de ahí, seguimos callejeando. San Sebastián es muy bonita y luce mucho. Como me había dicho mi amigo Jose, se notaba que la reina María Cristina le había hecho mucha publicidad cuando veraneaba allí.
Pero se estaba haciendo de noche y aún teníamos una hora de coche por delante, así que tuvimos que decirle adios, con la pena de no haber pasado allí el tiempo suficiente.

- Que lle imos facer, non podemos abarcar tanto. Xa volveremos noutra ocasión.
- Bueno, tenemos una perspectiva general, aunque estoy hecha polvo.
- Non contaba con tardar o que tardamos.
- Es que hay mucho que ver.
- E mañán que toca?
- ¡Vizcaya!

(Continuará...)

miércoles, 20 de octubre de 2010

Euskadi (Primera parte)

Durante el puente de octubre fui con Bieito al País Vasco. Era la única zona del norte de España que nos quedaba por recorrer y aprovechamos los días libres para fugarnos.
Contábamos con poco tiempo y muchos kilómetros por delante (Bieito quería ver los clubs de remo de los pueblos costeros, además de Bilbao y San Sebastián), así que fue un viaje INTENSO.

Además, la carretera que sigue la costa no es lineal, sino que entra y sale constantemente, siguiendo los recortes de los acantilados.
Por momentos, llegué a sentirme como una japonesa: foto-vuelta al coche-foto-café-vuelta al coche...
Pero ahora tengo una percepción general de Euskadi y sé que me encantaría volver.

Nos alojamos en Aizarnazabal, en el interior de Guipúzcoa, en una casa preciosa con vistas al entramado de montes verdes tan propios del lugar. Yo quería hacer senderismo hacia el interior, pero teníamos que dejar otras cosas sin ver, así que quedó para otra ocasión.
En media hora llegamos a Zumaia, una villa preciosa con muchísimo ambiente. Todo el mundo hablaba euskera y fue toda una experiencia escucharlo. Sonaba a antiguo y resultaba extraño, como si volvieras atrás, a los pueblos anteriores a los celtas y ellos convivieran ahora contigo en la edad moderna.

 Vista de Zumaia. LGP

Seguimos el puerto, donde muchas personas llenaban las terrazas mirando al mar. Las casas eran chalets edificados al estilo tradicional vasco, es decir, con las vigas de madera en la zona del tejado al aire. Un tejado ancho y triangular y con balconadas de madera pintadas de color (verde, azul, rojo...).
También había casonas modernistas, muy bonitas.
Todas se alternaban en un paseo ancho de árboles frondosos. Siguiéndolo, te internabas en el dique, hasta casi encontrarte en medio de las olas, debido a su extensa longitud.

Curioseando nos colamos por una calleja persiguiendo una melodía que nos atrapó. Era un sonido de flauta, alegre y melancólico a la vez. Una sombra lo proyectaba en el acantilado mientras atardecía, acompañado por la luz del faro. Sentí un escalofrío. Hay momentos que sólo vives una vez y ése era uno de ellos.
El chico sintió nuestros pasos y se levantó, dejándonos sitio para ver el mar, a la vez que guardaba el instrumento.


Nos quedamos allí un rato más, medio tontos, mirando el paisaje. Después bajamos al casco viejo, callejeando atentos al torreón iluminado de la iglesia medieval.

- Va a ver que venir mañana a verlo con luz -le dije a Bieito.
- Pois si, es precioso.

De camino al coche vimos luz en el club de remo de Zumaia.

- ¡Eeeeehh, están ahí! Pasa y habla con ellos.
- ¡Puf! E que lles digo? -me preguntó metiendo la cabeza por la puerta para ver las traineras.
- Pues que eres un admirador gallego, jejejeje. Que si te pueden enseñar el club.
- Mmmm... Creo que hai só un par deles. A tempada de regatas xa rematou*.
- Bueno, pero lo intentas.
- Non sei, mellor noutra ocasión, a ver se hai máis xente. Agora ao mellor están co ergómetro e moléstolles.
- Jejeje. Está bieeen, en otra ocasión.


El primer día ya prometía. (Continuará)

*rematou: acabó 

lunes, 18 de octubre de 2010

Había una vez



Estaba dibujando garabatos en un papel, pero el lápiz se mareó y se fue. Me quedé idiota, mirando a la nada. "Hasta aburro a los lápices", me dije. Pero al rato volvió, con un séquito de rotuladores y se puso a escribir por las paredes. Una hilera de colores le seguía allá donde iba.

"¿Te acuerdas cuando tenías diez años y hacías tus propias historias? Las llenabas con macacos y te pasabas horas imaginando, casi te olvidabas de comer. Creías que era posible hacer que la magia fuese real. No había barreras que te cerraran el paso. Los obstáculos eran un aliciente más en tus aventuras y todo lo que te rodeaba se desfiguraba para adquirir nuevos significados. Te jactabas de encontrar vida hasta debajo de las camas y pensabas que cada año que pasaba era una oportunidad para descubrir cosas nuevas, convencida de que había promesas en el mañana que estaban esperando por ti. No necesitabas nada para ser feliz, excepto tus ilusiones y unos pantalones con parches en las rodillas. ¿Sabes? A veces, echo de menos a aquella niña".

Despacito, volvió volando a mi mano, mientras los rotuladores se metían en un cajón.

Al lado de los garabatos escribí con buena letra:

Había una vez...

domingo, 17 de octubre de 2010

Discusiones

Creo que una tercera parte del tiempo que paso con Bieito estamos discutiendo. Entiéndase por ello el mandarse pullas el uno al otro con ironía o sarcasmo, sin levantar el tono de voz, sin insultos directos o palabras hirientes y con bastantes risas. Lo que en Galicia se conoce como "retranca".
Para dar estos "hachazos" es necesaria una confianza absoluta, muchísimo cariño y respeto por el rival, si esta estima no existe, puede convertirse en una discusión seria. Por esa razón y en mi caso, nunca lo hago si no conozco a esa persona en profundidad o si no es gallega, porque podría tomárselo en serio.
La retranca son mensajes ambiguos, tienen parte de verdad y parte de mentira, se basan en la exageración y destacan defectos, como en una caricatura, pero su finalidad es que a quien van dirigidos, le resulten graciosos. El interlocutor debe saber reírse de sí mismo.

La versión más lírica de ello son las "regueifas", canciones improvisadas entre dos o más personas que discuten en verso sobre un tema determinado. Son espectáculos populares muy típicos en la Costa da Morte, aunque desgraciadamente cada vez hay menos.
Podrían compararse con los enfrentamientos entre raperos. La diferencia estriba en que tienen lugar en gallego y es una conversación, no discursos prolongados. Además, siguen una métrica estricta (estrofas de cuatro versos octosílabos en los que riman los pares y quedan libres los impares).

La TVG le dedicó un reportaje a este tema en Carballo, para aquellos que tengan curiosidad:





Volviendo a la retranca, pongo un ejemplo de mis encontronazos con Bieito, delante de mi amiga Carapuchiña:

CARAPUCHIÑA: ¿Qué tal la regata de ayer?
BIEITO: Ben, foi en Cedeira. Preciosa, unha paisaxe fantástica.
CARAPUCHIÑA: ¿Y tú, Laura? ¿Fuiste?
YO: No, aunque me hubiese gustado.
BIEITO: Laura non vai a estas regatas porque ten que madrugar (primera pulla. Bieito me mira atentamente mientras habla con una media sonrisa en los labios).
YO: No pretenderás que me levante a las ocho de la mañana un domingo cuando puedo verla por la tele (contesto arqueando la ceja y fingiendo enfado sin levantar mucho la voz)
BIEITO: E despois dis que che gusta o remo (segunda pulla. Se repite la expresión anterior, pero poniendo los ojos en blanco).
YO: Y me gusta
BIEITO: Pero a cantas regatas fuches este verán! (Se echa para adelante).
YO: A tres, la de Oleiros y las de Coruña.
BIEITO: Oooooohhhh!! Cantas! (tercera pulla. Arquea los brazos)
YO: Iría a más, pero no me gusta estar sola en el puerto esperando, como si fuera la mujer de un marinero (ya me estoy riendo) Si viniera algún amigo conmigo sería otra historia.
BIEITO: Xa, claro. A que hora te erguiches hoxe?
YO: Eso no viene a cuento.
CARAPUCHIÑA: Dios mío, ¿para qué habré dicho nada? ¿Os dais cuenta de que esto parece "Matrimoniadas"?
BIEITO: Si, bueno, pero a que hora? (insiste, con ojos pícaros).
YO: A las doce
BIEITO: Ás doce, incrible! (exagera con aspavientos) E non che da vergoña* dicilo?
YO: Al menos yo no me he quedado dormida en una discoteca, como otros... (cuarta pulla. Estocada final con golpe de efecto. La mejor defensa es un buen ataque)
BIEITO: Estaba moi canso ese día
CARAPUCHIÑA: ¿Te quedaste dormido en una discoteca?
BIEITO: Si, nun sofá, e que eran as seis da mañá e non podía máis, pero botei unha soneca** e despois xa estaba ben...

*vergoña: en gallego, vergüenza
**soneca: una siesta rápida

Pese a lo que pueda parecer, cuantas más discusiones de este tipo hay, mayor es la química entre nosotros.
No sé por qué, pero reconozco que me gustan las "peleas" y que me reten a duelo y a Bieito le encanta provocarme con sutileza, así que nos lo pasamos muy bien.
Obviamente, como deja entrever el diálogo anterior, a mí no me gusta madrugar y a él sí, lo que genera problemas en algunas situaciones, pero que nosotros aceptamos de forma cómica.
Las relaciones nunca son perfectas, pero el sentido del humor puede hacer que lo sean.

viernes, 15 de octubre de 2010

Teorías de la conspiración

Atención, éste es un aviso de alerta para todos los públicos: los grupos de poder quieren que tengamos depresión.

¿Os reís? Sinceramente lo creo.
Los medios de comunicación no hacen más que bombardearnos con noticias catastróficas y tremendistas, donde no hay esperanza ni futuro. Según ellos, somos muñecos que tienen que soportar las consecuencias de un destino fatídico, ineludible, provocado por la crisis, a la que presentan como un jinete de la apocalipsis.
No hay luz en el túnel.


¿No la hay o será que no les interesa que la haya? Recordemos que la titularidad de los medios está en manos de grandes corporaciones internacionales.
Una persona pasiva y deprimida es facilmente manipulable, aceptará cualquier tipo de explotación, porque está convencida de que no hay otra alternativa. No protestará, porque lo considerará inútil.
Tanto al Gobierno como a las empresas les conviene esto, porque así pueden seguir amasando dinero a costa de los trabajadores, mientras mantenemos la boca cerrada.

Por supuesto que entiendo que haya familias que no puedan contestar, debido a que están centradas en sobrevivir y llevar dinero a casa para mantener a los hijos; pero la pasividad es una enfermedad que está afectando a gente de todo tipo, incluso a aquellos que pueden permitirse el lujo de levantar la voz, el revulsivo social: los jóvenes.


Sé de buena tinta que muchos se quedaron en sus casas viendo la televisión o jugando a la videoconsola en vez de ir a la huelga del 29 de septiembre para protestar por la reforma laboral. La razón es que están convencidos de que hagan lo que hagan no servirá de nada.

En parte es cierto, tal y como está estructurado el sistema económico, es la lucha de una hormiga frente a un gigante, pero ignoramos la fuerza del colectivo cuando es consciente de ello.

En Francia -lo comenté en otra ocasión- ya han hecho varias manifestaciones seguidas en contra del retraso de la edad de la jubilación, de 60 a 62 años (una muestra de que el clamor popular funciona muy bien en otros países, donde cada voz es un voto perdido), cuando en España ésta se encuentra en los 65 y quieren situarla en los 67, mientras el porcentaje de parados de 50 años crece cada día más.
Un escándalo, pero lo peor es que la protesta del día 29 no sólo se hizo por eso, sino por otras barbaridades más, como el despido procedente por parte de la empresa en previsión de pérdidas o por baja médica del empleado que sobrepase los 15 días de duración, o la reducción de la indemnización por año trabajado, de 45 a 33 días.


Nos están recortando derechos con la excusa de fomentar el empleo, pero en realidad lo que consiguen es que haya más parados, porque las empresas no están para hacer una labor social y si pueden sacar rendimiento pidiéndole a una persona que trabaje por tres, pues lo van a hacer.
Ahora, gracias al movimiento, Corbacho ha salido del Ministerio de Trabajo y Zapatero quiere retirar la propuesta de retrasar la jubilación.

Sin embargo, al margen de esto, la ciudadanía ya debería protestar por la falta de acción de los sindicatos que dejaron pasar el verano para convocar la manifestación, después de que se aprobara la reforma.
De hecho, mucha gente no quiso asistir por esta razón. Un error, porque el silencio y la división es lo que persiguen los políticos. Que no se haga nada es mucho mejor para ellos.
Si hay que darles un tirón de orejas a los sindicalistas, es mejor hacer una crítica formal por escrito.

Pero peor que la pasividad es dejarse llevar por la desilusión y la tristeza que nos quieren inculcar.
Bieito y yo hace tiempo que lo comentamos, que ahora los temas de conversación cuando te encuentras a alguien en la calle se centran en el fatalismo. Lamentarse de todos los males del mundo está de moda y parece que no se contemplan los aspectos positivos, que siempre los hay.
En mi opinión creo que esta actitud no sirve de nada. Sabemos de sobra que las cosas están mal. Busquemos salidas, aportemos ideas, no hay que dormirse en los laureles, es ahora cuando más falta hace la acción.
Yo -lo digo muchas veces- hago cursos, voy a foros profesionales, asisto a conferencias, estudio idiomas, presto atención a mis ratos de ocio e intento arrastrar conmigo a los demás.

Creo que en muchos momentos puede aportar mucho más tener un buen chiste en la guantera, que la cantinela de quejas que escucho a diario.

Por estas razones defiendo la resistencia, para que nos esforcemos por ver el vaso medio lleno, aunque no salga en un primer momento de nosotros, aunque tengamos que "forzar". Después, a base de  repetírnoslo, ya no nos costará tanto y por contagio, haremos que otros se sientan mejor (igual que el pesimismo se extiende, el optimismo también puede imbuirse).
Una sonrisa puede cambiar el mundo. Comencemos la revolución.

lunes, 4 de octubre de 2010

Corrubedo (Tercera y última parte)

Después de la playa, nuestros hambrientos estómagos se acordaron de la cena.

- Le he pedido a mi madre que hiciera sardinas, ¿os gustan? -preguntó Ana.
- Síiiiiiiiiiiiiiiiiii -es verdad, me emociono mucho con la comida.

Enroscadas como podíamos en las toallas (a las ocho ya hacía fresquito) volvimos caminando hacia casa. Antes de atravesar la puerta de la terraza ya olía a brasa:

- ¡Hola! ¡¿Qué tal?!, ¿tomasteis mucho el sol? -preguntó Fina, dando vueltas al carbón.
- Más bien estuvimos de paseo. Hacía fresquillo ahora.
- Qué fuisteis, ¿a la playa de las dunas? -dijo Agustín apareciendo en la cocina.
- Sí. Dimos una buena caminata, jejeje -contestó Ana- Me voy a duchar, niñas. Después de cenar vamos a Ribeira si os parece.
- OK, no te preocupes -le dijimos mientras se iba y nos quedábamos allí hablando con su padre.
- ¿Y qué os parecieron las dunas?
- No se podía pasar. Había una barrera y cerraron el paso a la gente. Te pueden multar, aunque alguno se coló mientras estábamos tomando el sol.
- No me extraña, es que antes eran mucho más grandes. Cuando era pequeño, debían de alcanzar unos cinco pisos, tranquilamente.
- ¿Y eso? ¿Cómo es que ahora menguaron?
- Bueno, muchos vecinos llenaron camiones de arena para construir. Aunque ya me dirás, después se les llenó la casa de humedades, porque, evidentemente, no vale para eso.
- También hay que tener en cuenta que son dunas móviles -apostilló Fina.
- Sí, ya lo dice la canción, la duna é móvile... -canturreó Agustín.

- Qué tonto es -dijo Fina riéndose con nosotras.
- No, pero es verdad. Las dunas van cambiando de lugar según se las lleva el viento. Dicen que hay una ciudad bajo ellas y de hecho, hace unos años encontraron un campanario.
- ¡No digas!
- Sí, sí, la villa de Valverde. Un castigo divino. Vete a saber.

Los misterios de Corrubedo así como los caminos del Señor son inescrutables.

Después de cenar, como habíamos quedado, nos fuimos a Ribeira, para ver en un ciber si había plazas libres en el barco de las Cíes, pero no, no hubo suerte. Ana tuvo que buscar un plan alternativo y consultó la ruta de las piscinas fluviales de A Pobra.

- Mañana podemos ir y terminar en el mirador de A Curota. Os va a gustar, ya vereis.
Ahora, podíamos salir por Corrubedo a tomar algo, que seguro que hay alguien tocando en el puerto.

Lo había desde luego, cinco chavales dándolo todo y sus amigos de relleno de público.Les miramos con resignación.

- Bueno, había que intentarlo -dijo Ana.

Daba igual, la noche era estupenda y acabamos en una cafetería desde la que se veía el mar.

- Fijaros en el suelo y las mesas.

Estaban hechos de un material transparente para dejar ver el fondo, cubierto de arena.

- ¡Qué original! -exclamó Catu.
- Sí, está guay. Se está muy bien, no te esperas encontrarte esto en un pueblo tan pequeño...

Estábamos hablando de nuestras cosas hasta que el sitio se llenó de Borjamaris y Pocholos de 50 años con polos de Ralph Lauren y Lacoste.

- Creo que estos no son de aquí -dijo Catuxa.
- Hay mucho turista -explicó Ana-, la gente está empezando a descubrir esta zona. No está tan saturada como Sanxenxo y se están restaurando muchas casas. La más famosa es la del arquitecto inglés David Chipperfield. Hubo mucha polémica con ella, casi todo el mundo estaba en contra de la construcción porque estaba al lado del mar, pero yo creo que la casa que hizo, aprovechando el hueco que había entre otras dos, es mejor que ver el solar abandonado. Salió en muchos periódicos. Después pasamos por delante.

Así fue.

 Fotografía de la fachada que da al mar, publicada en: http://stgb.blogspot.com/2010_02_01_archive.html

- Ésta es, qué os parece -explicaba Ana emocionada- Por el lado de la calle es más sobria, parece la fachada de una oficina, pero por el lado del mar, la casa se anchea y tiene unas grandes terrazas que son las habitaciones y la cocina. El tío aprovechó el espacio al máximo. A mi gusto, es preciosa.

- Sí, a ver -comenté-, está muy bien, pero bueno, como me dijo tu padre, es injusto que haya gente que tenga que sufrir las consecuencias de la ley de Costas y que venga un inglés de repente y le permitan todo. Es la hostia, la hipocresía que...

- Laura... -dice Ana nerviosa en voz baja.
- ...tienen los políticos -seguía declamando- Para el rico todo son facilidades...
- ¡¡¡Laura, está ahí. Viene ahí con su familia!!! -me repite como puede.
- ¿Qué?

Al acabar la e, un grupo de unas ocho personas se acercaban a la casa sin quitarme ojo, hablando en inglés.


- ¿Aquel que acaba de pasar era David Chipperfield? -le pregunté.
- Sí y sus hijos, supongo.
- Y nosotras mirando para su casa -dijo Catuxa.
- Seguro que se dieron cuenta de que estábamos hablando de ellos.
- Joer, ya es casualidad. Bueno, no creo que me entendiesen -pensé en voz alta.
- Jejejeje. Estarán más que acostumbrados. Algún vecino los denunció -comentó Ana.
- ¿¡Ah, sí!?
- Sí, pero no sirvió de nada. Esta gente sabe escaquearse de la ley.

Riéndonos, atravesamos una calle llena de casitas de colores con patios repletos de flores y cercados por vallas. En la que estaba frente a la casa de Ana había un perrillo muy quieto junto a la puerta principal. Tenía una mirada triste, pero estaba muy quieto, sin hacer ruido.

- ¡Oooooooooohh, qué mono! Mirad qué quieto está, pensé que era una figura -dije.
- ¡Ah, sí. Pobrecito, con el frío que hace y él solito ahí! -lo compadeció Catuxa.
- Ése es el perro de la hija de la vecina. Ella no está en casa y lo cuida su madre hasta que llega el fin de semana, pero la madre no lo deja pasar adentro y el perro ladra por la noche.
- Jo, da una peniña...

- Verás la peniña que te va a dar cuando te dé la serenata.

Sería la una cuando nos fuimos a dormir, estábamos machacadas. Yo dormía con Catuxa en una habitación con camas gemelas, creo que caímos en coma al momento... hasta las seis de la mañana.

- Guau, guau, guau, gua, gua, gua, guauuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuu
- ¡El perro!
- Auuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuu
- Joer -dice Catuxa.
- Guau, guau, guauuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuu

Cuando nos acostumbramos al ladrido, algo más sonó en la noche:

-¡Eh, oes, qué fas! ¡Ven aquí, estás a armar un escándalo! -se escuchaba fuera.
Y un pájaro empezó a graznar como un loco
- ¡¡¡Uáaaaa, uaaaaaa, AAAAAAA, UAAAAAAAAA, UAAAAAAAAA!!!

- ¿Qué coño es eso? -preguntó Catuxa en sueños.
- Es como si mataran a una gaviota...
- AAAaaaaaa... -soltaba aquel bicho quedándose sin aire- AAaaaaaaa
- ¡Blum! ¡Bump! -se oyeron golpes sordos, como si tropezaran con las paredes.
- Dios mío, tiene que ser buena...
- Será el padre de Ana, que se ha ido a pescar -comentó Catuxa cerrando los ojos.
- La que estarán liando...

A las diez sonó el despertador de Catu:

- ¿Enciendo la luz? -preguntó incorporándose al momento.
- Mññmñmmmrrrrrrr...
- ¿Espero un poco?
- Mñemerrr... Síii... Por favor...
- ¿Qué fue lo que se oyó por la noche?
- No tengo ni idea, pero mataron a algo, fijo.

En cinco minutos entró Ana en la habitación:

- ¡Buenos días! ¿Qué tal dormisteis? -preguntó riéndose.
- El perro... -farfullé desde la cama.
- Ese maldito perro, ¡qué brasa, Dios mío! -dijo desde la cocina la madre de Ana- Ya podían meterlo dentro de casa.
- ¿Y los ruidos de las seis de la mañana?
- Sí, yo pensé que era un pájaro que lo estaban matando.
- Eso no lo sentí -comentó Fina.
- ¡Jobá, mamá, pues se oyó muchísimo! A saber lo que hicieron... -comentó riéndose. Bueno, venga, a desayunar y a Pobra.

Después de un buen rato de palique nos metimos en el coche para serpentear hasta la montaña. No sin grandes dificultades encontramos la ruta. Como siempre, el senderismo en Galicia aún no está muy explotado y hace falta un sexto sentido para adivinar qué camino escoger.

Los tábanos tampoco nos ponían las cosas fáciles.

- ¡Joder! ¡Esto es acoso! -gritó Ana dando brazadas al aire- ¡Ya me ha picado uno!
- ¡Y a mí también! -dijo Catuxa- Tú vas muy tranquila, Laura.
- Sí, igual es porque voy más tapada y no notan tanto mi calor corporal. Pero bueno, se acercan.

Vietnam no podía haber sido muy diferente a aquello.
Por suerte, entre las tres no tuvimos problema, aunque avanzábamos con dudas.
Un petroglifo y un puente medieval nos confirmaron que íbamos bien. Finalmente, tuvimos recompensa.

- ¡Eeeeehhh, ahí están! -dijo Catuxa.
Parecía que habíamos encontrado el Arca de la Alianza.


Casi en el nacimiento del río, las rocas formaban piscinas redondas que estaban desperdigadas en alturas diferentes, como las fuentes chinas.
Había algunas personas descansando en las rocas que despuntaban entre poza y poza, pobres incautos que mojaban sus picaduras de tábano en el agua. En solidaridad, nos unimos a ellos.
No había casi ruido, todo el mundo se había puesto de acuerdo para escuchar el sonido del agua y los pájaros, como por arte de magia.
Pensé que poca diferencia tenía que haber con la paz de un templo budista.
"Como se enteren los de Hollywood..."

El camino de vuelta fue más rápido, pero también nos llevó a las alturas. La Curota es una de las cumbres de la sierra del Barbanza alcanza los 514 metros de altura y las vistas de la ría son fantásticas. Además, el día despejado facilitó la labor. Hasta las Cíes se podían ver desde allí pese a las tres horas de viaje que podía haber de distancia.



- No sé si me gusta más esta ría que la de Vigo -dijo Catuxa- Cada vez que veo una cambio de opinión. La verdad es que son todas bonitas.
- ¡Me cago en la puta hostia! -solté.
- ¿Qué te ha pasado?
- ¡Un tábano, joder, me ha picado ahora un tábano! ¡Lo pillé en plena faena! ¡¿Será cabrón?! Me lo acabo de arrancar del brazo.
- ¡Es verdad, mira cómo sangras!
- ¡Perro! ¿Estos bichos tienen veneno?
- Pues no sé -comentó Ana-, pero las picaduras se inflaman.
- Yo por si las moscas voy a chupar, a ver si puedo hacer algo.
- Me temo que es demasiado tarde.
- Nunca es tarde si la dicha es buena.

Y efectivamente, el brazo no se me inflamó, pero el chupón que me hice me duró un mes. En ello estaba mientras bajábamos en coche a las dunas, para ver otra perspectiva de ellas.
Yo había estado allí cuando tenía nueve años y es verdad que en las fotos que tengo eran más grandes.
El paseo de madera y el cartel prohibitivo se esforzaban por evitar que aquello fuese en aumento, pero como constató aquí Catuxa, a la gente se la sopla. Una pena, la verdad.

 Fotografía de huellas en las dunas de Corrubedo, tomada por Catuxa

La tarde, después de comer, transcurrió tranquila. El cansancio decidió por nosotras y dijo que no nos moviéramos más, así que aprovechamos los rayitos de sol que había en la playa de Corrubedo, junto con la familia de Ana, antes de volver para Coruña. Aún así, hubo guerras de agua de las que yo y su abuelo nos mantuvimos al margen sabiamente. A las siete, tristemente, ya hubo que recoger.

Antes de irme, le pregunté a Agustín si sabía algo de los misteriosos ruidos de la noche, pero me dijo que él no tenía nada que ver.

- Quién sabe. Aquí pasan cosas muy raras -dijo con gracia.
- Tendré que venir más veces a investigar -añadí sonriendo.
- Cuando queráis, en verano casi siempre estamos.
- No me extraña -intervino Catuxa- Yo me quedaba a vivir.
- Pues ya sabéis -apuntó Ana- El año que viene repetimos.

Tras las despedidas, Catuxa y yo nos subimos a mi coche. Cuando se abrochó el cinturón de seguridad, me dijo:

- Me lo he pasado genial.
- Yo también -le contesté- De fábula.