Los textos publicados en este blog figuran en el registro de la propiedad intelectual y están protegidos por derechos de autor.

sábado, 13 de marzo de 2010

Películas

Hace poco leía una entrevista en la que Harrison Ford decía que ir al cine era para él como un acto religioso. Al fin y al cabo, te reúnes con extraños en una sala a oscuras y en silencio, concentrándote en lo que diga el predicador (la pantalla, en este caso). Bromas aparte, no le falta razón. Yo, sin ir más lejos, reconozco que soy una de esas feligresas. No es sólo un entretenimiento.

No sé si le pasa a más gente, pero cuando me hundo en uno de esos sofás, tipo Star Trek, y comienzan a pasar los títulos de crédito, siento que ya me estoy olvidando de todo para ser otro. Puede que el protagonista, un personaje secundario o un mero observador de una historia con el poder de saber todo lo que ocurre, hasta de conocer intenciones y sentimientos, retrotraerse al pasado o adelantarse al futuro.
Estoy tan entregada que al encenderse las luces necesito permanecer en mi asiento para volver a la Tierra. Entonces, comento lo que acabo de ver con mi acompañante, como marcando la línea entre la ficción y la realidad.
A eso se le llama magia y no lo consigue cualquier película.

Lo descubrí el día que me llevaron a ver alguna de las secuelas de "Supermán" al Teatro Colón.
Había una cola enorme de gente esperando para sacar las entradas y mientras no llegaba mi turno, miraba nerviosa el cartel de la película, que de aquellas lo pintaban a mano, a gran escala.
Allí estaba Chistopher Reeve, con su capa roja al vuelo y su ricillo en la frente, dispuesto a salvar el mundo.
Ya estaba entonando la banda sonora.
Después, subíamos corriendo al "gallinero", en lo más alto, para coger sitio y hasta que no se abría el telón pasaba el tiempo mirando los dibujos del techo retorciendo el cuello sin piedad. Me gustaba jugar a encontrar las siniestras máscaras griegas, entre los ángeles y las flores y desentrañar los misterios de las arañas de cristal. También me obsesionaban los balcones, para los que trazaba planes de intrusismo avanzado, pero nunca me daba tiempo a terminarlos. La sala se oscurecía poco a poco y el murmullo del público iba disminuyendo bajo las órdenes de algunos.

-Ssssshhhhhhhhhhhhhhh, ¡que empieza!


*

¡Guau! Era la primera vez que veía tantos efectos especiales juntos. Me reí, me erguí en la butaca, sentí miedo, grité "¡No, no lo hagas!" y aplaudí a rabiar al final, como todos los chavales, saliendo a saltos del cine. Pero quería más, quería más. De alguna forma, yo también había volado y ya no sabía parar.
Me convertí en una devoradora de películas, me daba igual que fuera antigua o moderna, de dibujos o de acción, sentía que a través de ellas, mi imaginación crecía, al igual que con los libros.
Con el tiempo empecé a valorar los diálogos, la trama y el estilo. Ya no me gustaban sólo los trucos ópticos, quería que me sorprendieran, aunque fuese con pocos recursos, que me hicieran pensar y encontrar razones para hacerlo en cada secuencia, aunque seguía siendo una adicta al cine.

Entonces encontré "Doce hombres sin piedad". Para mí, fue un antes y un después. Aún no hace mucho que la vi por tercera vez. Con ella entendí que los actores pueden cargar con todo el peso de una historia, sin que ésta pierda un ápice de interés, habiendo sólo tres decorados y poniendo tú mismo el resto de las escenas sin que te des cuenta, totalmente sumido en las deducciones de los diálogos. Obviamente, está basada en una obra de teatro, de Reginald Rose.
Lo gracioso es que esta vez la disfruté de nuevo, pero viendo el efecto que provoca en los demás. Yo sabía lo que iba a pasar, pero la persona que estaba conmigo, no y volví a saborear a través de su cara la emoción, la sorpresa, seguí sus conclusiones erróneas, el "pero... no puede ser, claro que...¡Hostiá, qué bueno!" y así hasta el final, en el que reconoció que era una obra maestra. Para verla online:
http://www.peliculasyonkis.com/pelicula/12-hombres-sin-piedad-1957/

En fin, todos estos años han estado cargados de ficciones, tantas que sería incapaz de dar ahora una cifra aproximada.
Dicen que las personas que idolatran tanto el cine son las que tienen más carencias en su vida y por eso necesitan llenar los huecos con fantasías ajenas.
Yo no tengo agujeros, pero sería capaz de ponerme a cavar para poder seguir viendo películas.

* El vídeo que colgué es el trailer de la versión remasterizada de "Supermán" en DVD que salió en 2001 y no el oficial de la película. Me pareció, a modo de resumen, mucho más representativo que los otros.

No hay comentarios:

Publicar un comentario