Tengo el don de la invisibilidad.
Sí, sí, puedo hacer uso de él cuando quiera. El problema es que si me paso, al final, si necesito que me presten atención, ya es demasiado tarde.
Sin embargo, con el tiempo, aprendí a utilizarlo con moderación y sólo lo saco a relucir en ciertos momentos.
Hoy mismo, sin ir más lejos. Estaba tan cansada después de tanta jarana, que lo único que me apetecía era hundirme en la playa y desaparecer.
Emprendí la marcha ataviada con mi pichi vaquero y mi bolso multifunción, dispuesta a relajarme, cuando una marea humana surgió de la nada al acercarme a la costa.
Niños, sombrillas, parloteos, toallas del todo a cien... Bfff y yo que pensaba que Galicia era diferente.
Acababa de llegar y ya tenía que dar saltitos cual bailarina profesional de ballet para no pisar a nadie.
No lo dudé mucho tiempo, en dos segundos reducí mentalmente mi opacidad y activé el visor de precisión en busca de un metro cuadrado.
Mis alarmas se activaron cuando enfoqué una zona libre al lado de las duchas, un buen lugar para montar una trinchera: fácil de localizar, con recursos y lo suficientemente alejado de los viaductos que montan los chiquillos, algo imprescindible si no queremos acabar sepultados en la arena.
Entonces, comencé con la maniobra de despliegue: comprobación de la posición solar, observación de la sombra, medición del viento, instrumentos para el ocio y cambio de uniforme. Ya sentada, entré en fase dos (la más complicada): aplicación de crema antiquemaduras con técnica contorsionista y adaptación del uniforme contra marcas blancas.
De ahí a la fase tres, transmutación total: duermo, luego no estoy.
Al menos, no en la Tierra.
Es una sensación extraña. Oyes, pero no escuchas y tus pensamientos se hacen tan reales, que parecen palabras dichas en voz alta. Tampoco llegan a ser sueños, se quedan en intentos.
Primero recuerdas lo que has hecho hasta ahora. En mi caso, la clase de la mañana, conversaciones, cosas que tenías que hacer y no hiciste...
Me cago en la...
Después pasas al presente inmediato: "Hay que ver, que bien se está aquí" "Ojalá fuera verano todos los días" "Es que no tengo ganas de pensar en nada" "Y hace tanta calor..." "Es increíble, soy una marmota"
De repente, llega el futuro: "Bueno, tendré que hacer algo con mi vida" "Qué será de mí dentro de diez años" "¿Seré por fin independiente?" "¿Me saldrán aletas de pez y podré recorrer los océanos con las tortugas?"
Y al final del túnel, la sabiduría: "Es igual. Total, vamos a morir todos. Mejor disfruta mientras puedas".
Oculta entre mis brazos, abro los ojos. Sigo siendo invisible.
Delante de mí, varias quinceañeras leen los horóscopos de la revista de turno. Vuelvo a aquellos veranos. Dios, qué feliz era. Tantas cosas por vivir...
A mi derecha un bebé empieza a berrear. No se quiere poner el gorro, le molesta la goma en el cuello. Me compadezco, a mí también me picaba. Empiezo a rascarme sin darme cuenta.
Reparo en el mp3 que me acompaña, suena Coldplay. Recuerdo una vez que compartí mi auricular con Bieito para que escuchara el disco. Yo estaba en la playa de Santa Cristina y él salía de entrenar. Se quedó conmigo mientras atardecía.
Qué curioso, ahora las mismas canciones me parecen melancólicas. ¿?. Será que suenan a ayer.
http://www.youtube.com/watch?v=fXSovfzyx28&hd=1
Cambio a las que le robé a mi hermano y me siento.
http://www.youtube.com/watch?v=iKReWEnZJjQ
Bueno, esto ya está mejor ¿Más volumen?
OK
A unos treinta metros de mí hay un chico plagado de tatuajes al que conozco y no me apetece saludar.
No importa, ¡no me puede ver!
El caso es que es un buen chaval, pero va de macarrilla y no le pega nada. Es como si un chihuahua se pone a la altura de un gran danés. Me parece de cobardes fingir ser quien no eres. Es una equivocación.
Me invade la brisa del mar. Ahora mismo me iría a nadar un rato, pero no quiero dejar solas las cosas, así que aguanto. Aggg!
¡Hop! Vuelta a la parrilla. Todo sea para que no me vuelvan a decir que parezco una enferma. Hay que ver, qué falta de tacto.
De espaldas, escarbo la arena con los pies. Me encanta sentir el fresquillo de la parte húmeda en mis dedos.
Siempre acabo haciendo canteras. Es una forma de marcar mi territorio.
¿Seguirá Isa dormitando? Me dijo que la llamara cuando saliera de aquí. A lo tonto, a lo tonto, ya son las siete.
Mmmm... me da que va a bajar la bruma, hay humedad en el aire. Un poco más...
Los peques empiezan a darme la vara. Ya tengo aspecto de croqueta y eso que les puse indicaciones. Riesgos de la técnica del camuflaje. ¡Hostia, en el ojo!
- El cubito te lo vas a meter...
Calla, que tienes al padre al lado.
"¡¡Vigile a sus cachorros y deje de mirar para las tetas de las del top-less!!".
Y después la gente se extraña de que mueran niños ahogados en la orilla.
"Sí, eso es. Quítele la pala a Miguelito antes de que mate a leches a su hermano".
"Bienvenido, hombre, ya era hora". Ayysss...
Bffff... Tengo la revista de viajes de National Geographic.
Está en el bolso, pero tengo que estirarme para cogerla, atarme el bikini y aguantar el peso de mi cuerpo apoyada sobre los codos. Paso, demasiado trabajo.
Memoricé la portada. Australia... Noruega... Croacia...
"If I were a richman. Dubidubidubidubidubidubidubidáaaaaa..."
¿Por qué me hago esto?
Uy, sopla el nordés. Mala cosa. En cinco segundos la gente empieza a recoger: 1, 2, 3, 4...
Les faltó tiempo.
Soy un hacha.
"¡Hala, sí, písenme. Ya les hago yo de alfombra!"
Y digo yo, aunque no me vean, ¿no se darán cuenta de que el suelo está mullido?
Cuando me pasan por encima con las sillas de playa me queda claro.
Habrá que irse, fui bonito mientras duró. Se acabó la espiritualidad, ya no transparento más.
- Churriña, ¿estás ahí? -le pregunto a Isa vía móvil.
- Síiiiii... Acabo de despertaaarmeee... -me contesta.
Los de la playa dan un respingo asustados, como si vieran un espejismo:
- ¡Sí! ¡¿Qué pasa?! ¡¡Llevo aquí tres horas!! ¡¡Y usted deje de mirarle la delantera a las chavalas, que es padre de familia, por el amor de Dios. Se va a quedar ciego!!
- Perdona, guapa -vuelvo a dirigirme a Isa- ¿Paso por tu casa entonces...?
Cuando era pequeña, el mejor momento del día era aquel en el que me balanceaba en un columpio, levantaba la cabeza hacia el cielo y creía que podía volar. Ahora he crecido, ya no quepo en los columpios, pero desde esta esquina del mundo pretendo recrear esa sensación de libertad, donde cualquiera puede tocar el firmamento con la punta de los dedos.
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