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jueves, 15 de julio de 2010

Piececillos

Después de tantos días de alboroto (el Mundial, cumpleaños varios, playa, cenillas...), estoy un poco rota, la verdad. Además, no duermo lo que debo, me acuesto tarde y me levanto temprano para ir al curso de diseño gráfico. La siesta es algo imposible -siempre suena el teléfono- y me mantengo a base de cafés radioactivos.
De vez en cuando, me miro el cuerpo por si tengo alguna mutación.

Estaba en una de esas revisiones cuando llamó mi atención el bultito que tengo en el pie derecho, en uno de los dedos, y que me molesta desde hace tiempo.
¿Y si fuera el comienzo de una digievolución? Tenía que preguntarlo, así que, sin más prolegómenos, pedí cita en el podólogo.

Qué disgusto me llevé cuando me dijo que era sólo una calcificación.

- ¡¿Cómo?! ¿Entonces, es normal?
- Bueno, muy normal no es, pero le pasa a mucha gente. Unos zapatos anchos y listo.

Lástima. Siempre había querido formar parte de la patrulla X.

- Sin embargo... -reflexionó mientras miraba atentamente las plantas, como si fuesen un objeto de arte.
- ¿Sí...? -le apremié con esperanza.
- Por lo que observo, tienes el arco bastante pronunciado -dijo frotándome la zona con delicadeza.
- Y eso... -farfullé entre cosquillas- ¿qué quiere decir?
- Quiere decir -seguía frotando- que corres más rápido que los demás porque coges más impulso.
- ¡Aaaahhh -jjjjjjjjjjjj- no lo sabía -jjjjjjjjj-!

"¡¡¡Síiiiiiiiiiiii. Prepárate mundo, aquí llega Flash woman!!! jjjjjjjj".

- También te conviene comprar un número más del que usas habitualmente. Mejor, calzado de cordón, para que puedas regular la presión a tu gusto, porque este tipo de pies aumentan su tamaño cuando impactan contra el suelo y necesitan espacio.
Por cierto, tus dedos... -dijo dándoles golpecitos en las yemas- tienden a quererse.
- Jijijijiji Qué bonito Jijijijiji
- Sí, se dice así cuando parecen acercarse los unos a los otros, de forma armónica.
- ¡¡Jajajajaja!! -ya no podía aguantarme y me reía abiertamente.
- No, no es gracioso. Hay que tener cuidado, porque... ¡Uy!, ¿te estoy haciendo cosquillas?
- ¡Síii, jajajajaja! ¡Lo siento, no puedo contenerme! Soy un poco sensible.
- No, perdona tú, me pasa a menudo y no me doy cuenta.
Decía -siguió con parsimonia- que con zapatos estrechos corres el riesgo de que las uñas se claven en el dedo de al lado -dejó caer mientras me las limaba y las pulía con cariño.

Estaba impresionada. No hacía ningún gesto, su seriedad era absoluta. En ningún momento me miró a los ojos, estaba absorto en su tarea, como si mis pies fueran personitas inocentes y alocadas con una madre irresponsable que no paraba de troncharse. O sea, yo.

- También quería preguntarte por esta uña de aquí que está roja -intervine cambiando de tema- El médico me dijo que eran hongos y me dio un tratamiento, pero ya llevo mes y medio con él y...
- ¿¡¡¡HONGOS!!!?, ¡¡¡IMPOSIBLE!!! -di un respingo del susto. Su rostro estaba pálido- ¡Estas uñas nunca tendrán hongos, tu material químico es el mejor!
- Ah, vale.
- Sería rarísimo que los tuvieras. Deja la medicación. Esta uña está estrangulada. Seguramente llevaste un zapato apretado que la presionó.
- Perdón, no tenía ni idea.
- Ya, lo de siempre. No eres la única, pero no te preocupes, ahora lo arreglamos.

"¿Arreglamos? ¿Había dicho arreglamos? ¿Y cómo se arregla eso?"

Frrrrrrrrrrrrrrrrrr....

Ante mi cara se abaneó una especie de torno eléctrico como los del dentista. La risa desapareció y empecé a ponerme nerviosa.

- Relájate, sólo será un momento.

El señor, antes tan dulce y atento, ahora se me parecía al muñeco diabólico.
"¡Será sádico! Aún encima con sorna, ¡¿cómo voy a relajarme con semejante cosa?!"
Cerré los ojos en cuanto pude, pero las piernas estaban más tensas que las cuerdas del tendal de mi casa. Apreté los dientes, preparada para el dolor.
Mi cabeza me falló y enseguida visualicé a un chino llorando mientras le separaban las uñas con agujas en los dedos.
"Voy a morir, voy a morir", me repetía mentalmente.

- ¡Hala. Listo!

Entreabrí el ojo izquierdo sin saber si creérmelo.

- ¿Ya? -pregunté con miedo.
- Sí, la tenías obstruida y por eso te dolía. Lo dicho, una mazadura. Ahora que estamos en verano, te pones sandalias y verás cómo cambia la cosa -explicó vertiendo sobre ella un spray que olía a alcohol.

Increíble. No había notado nada y me la había abierto por un lateral.

- Bueno, Laura. Ya estás preparada. Encantado de conocerte -pronunció mirando a mis pies.

No sabía si abanearlos en señal de despedida.

- Pues... lo mismo digo. Muchas gracias. ¿Entonces los llevo así al aire? -tenía puestas unas sandalias.
- Si quieres te los empaqueto, jeje -era la primera vez que se reía.
- No, déjalo. Quiero probar la potencia de mis arcos plantales.
- Ja, ja, ja. No corras mucho -dijo abriéndome la puerta.
- Creo que todavía no me conoces.

Sólo quedó un rastro de polvo en el pasillo.

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