Zeus encadenó a Prometeo en una montaña del Cáucaso, donde diariamente un águila le devoraba el hígado, que luego volvía a crecerle, para que su tortura pudiese continuar día tras día.
Sin embargo, no le pareció castigo suficiente y decidió que los propios hombres pagaran por el regalo inmerecido. De esta forma, creó, junto a otros dioses, a una mujer capaz de cautivar a cualquiera, que reunía los dones de la elegancia, la belleza y el poder de la seducción. Su nombre fue Pandora y la enviaron a casa de Prometeo junto con una caja, sin explicarle su contenido.
Al llegar al lugar, fue el hermano de éste, Epimeteo, quien le abrió la puerta y enseguida se enamoró de ella. Tiempo después, se casó con él y tras la boda, Pandora seguía preguntándose qué habría en aquel extraño objeto, pese a que le habían prohibido terminantemente abrirlo, al poder tratarse de una trampa. Finalmente, la curiosidad fue más fuerte y acabó por destapar la caja. Fue así como de repente de ella salieron todos los males y se repartieron por la Tierra, mientras los bienes ascendían rápidamente al cielo.
Pandora, asustada, tapó de nuevo la caja, pero ésta casi estaba vacía, sólo quedaba dentro la esperanza. Así que, desde ese momento, se dedicó a recorrer el mundo con ella, consolando a todos aquellos que sufrían y mostrándoles que las cosas podían cambiar.
Después de esta historia tiene sentido decir que "la esperanza es lo último que se pierde". Es más, nunca debería perderse.
Sin ella, nos convertimos en muertos vivientes, aceptamos nuestras circunstancias como algo que viene dado y nos acomodamos en una rutina insípida, en la que nos movemos como robots, guiados por algún mecanismo interno.
De esta forma, renunciamos al amor, cansados de fracasos e intentonas fallidas, abandonamos nuestras aspiraciones, porque llegamos a convencernos de que nunca se harán realidad o dejamos atrás la felicidad, como una meta imposible.
Mientras Pandora pasa a nuestro lado, haciendo que giremos la cabeza hacia delante para tratar de encontrar las ilusiones perdidas, y nosotros mismos somos los que nos ponemos una venda en los ojos, a veces por miedo, cansancio o dejadez, cuando, tras tantos años de redención a lo largo del tiempo, ya va siendo hora de que le prestemos la atención que merece.
Magistral, como siempre ;) Un besazo!!
ResponderEliminarOye y nunca te has preguntado ¿cómo coño sabían los griegos que el hígado es el único órgano del ser humano que se regenera a sí mismo? Porque esta leyenda es muy antigua, casi una de las más antiguas del Ática pues habla del mismo comienzo de la civilización. ¿De dónde sacarían la información?
ResponderEliminarY también adivinaron lo de que la Tierra es redonda más de 15 siglos antes que Colón, y que A más -A es siempre A y que algo que es A y algo que es B podrán cambiar alternativamente de A a B hasta el infinito pero nunca podrán ser A y B a la vez, es decir nada puede ser a la vez sí mismo y su contrario, por muchos dioses que vengan a ayudar, y que no te puedes bañar dos veces en el mismo río.
Qué listos los griegos.