Se acabaron las fiestas. La gente recoge los adornos y hace sitio en los armarios para los regalos de Reyes. Hay caras largas por la calle. Algunos vuelven a trabajar, como quien se despereza de un largo sueño; otros bendicen la llegada de la monotonía y otros tantos rezan para pagar los excesos.
Yo estoy agotada, pero no lo lamento. Me he dejado hasta los huesos por el camino buscando regalos, poniendo a punto la casa para las visitas, batiendo records de ingesta de cafés con los amigos y cumpliendo a raja tabla con la tradición. Hacía tiempo que no me lo pasaba tan bien. Y ahora, después de tanto alboroto, es la primera tarde que estoy sola en casa.
"Ya está. Esto es todo", le digo a la ventana con voz triste, mientras deja que eche un vistazo.
Fuera hace frío, parece que Siberia está más cerca de Galicia y los transeuntes se cobijan en los soportales. Se ven bolsas de rebajas y gorros de lana.
Pienso en si merece la pena celebrar la Navidad para que desaparezca tan pronto...
"Ayyyy...", suspiro. Depresión postvacacional.
No tardo en coger la bata y me pregunto cuándo fue la última vez que escuché música porque quería y no para matar el tiempo. Ya ni me acuerdo, así que escojo a Amy MacDonald y me dejo caer encima de la cama, pero en vez de relajarme siento que algo llama a la puerta. Mi 2009 no tarda en aparecer.
- Sabía que vendrías... Está bieeen... pasa -acabo por decir.
Me habla de malas sensaciones, disgustos y no muy buenas noticias, algún cabreo bestial y un esguince inoportuno. A mí ya me empieza a doler la cabeza, pero gracias a Dios no recuerda más detalles. Sin embargo, sí me cuenta ilusionado una excursión a Ourense y con ésas engancha un viaje a Lisboa y un fin de semana en Aveiro; recapitula sin esfuerzo largas Conversaciones y exige que las escriba con mayúscula; me explica miles de aventuras, vividas con viejos y nuevos amigos; se ríe; se pone romántico y me habla de amor hasta dejarme impresionada; además, dice que se ha memorizado cientos de películas, unos cuantos libros y ha hecho tres cursos online... "Y lo mejor", sentencia, "es que en todo este tiempo no he tenido que echar de menos a nadie".
Abro los ojos. A mi lado hay un calendario que pone 2010. Sonrío y le digo:
-No te tengo miedo.
Cuando era pequeña, el mejor momento del día era aquel en el que me balanceaba en un columpio, levantaba la cabeza hacia el cielo y creía que podía volar. Ahora he crecido, ya no quepo en los columpios, pero desde esta esquina del mundo pretendo recrear esa sensación de libertad, donde cualquiera puede tocar el firmamento con la punta de los dedos.
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viernes, 8 de enero de 2010
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