Hace unos días, por casualidad, asistí a una charla en un museo sobre mitos y encantamientos en Galicia. Es increíble la diversidad de historias que genera la imaginación, el frío y el calor de la hoguera por la noche. Podéis encontrar un diccionario completo en http://www.galiciaencantada.com/
Se habló de las mouras, mujeres hermosas, de cabellos dorados, que normalmente se cepillan el pelo con un peine de oro y que te puedes encontrar sentadas sobre alguna roca, en un camino poco transitado o en cuevas. Si no eres avaricioso y contestas bien a su pregunta, pueden colmarte de riqueza o castigarte, según la naturaleza de tu corazón.
También existen los hombres pez, niños que estuvieron demasiado tiempo nadando en el agua y cuyos padres les echaron una maldición por ello: "¡Ojalá te salgan escamas!". Lo que implicaba que de repente les brotara una cola en vez de piernas y tuvieran que pasar un año viviendo en el mar.
Pero sin duda, lo mejor de la charla fueron los asistentes. La media de edad rondaba los 65 años y por supuesto, TODOS tenían alguna historia que contar. El que menos habló allí fue el conferenciante, el escritor Antonio Reigosa.
Uno de los testimonios más inquietantes fue el de una señora que aseguró que, de pequeña, su madre la metió en un horno encendido para quitarle "la sombra".
El murmullo de la sala comenzó a subir estrepitosamente, mientras la mujer contaba que antes, los niños no podían presenciar la procesión de los entierros desde la iglesia al cementerio, porque si veían el pendón que sostenía el sacerdote para bendecir el acto, absorbían "la sombra" o el alma del difunto. Ella fue una de esas niñas, asomó su cabeza por la puerta y tuvo la mala suerte de que su madre la vio.
- ¡Mi hija, tiene la sombra! ¡Mi hija tiene la sombra! -le gritó la mujer a la muchedumbre.
La pequeña no entendía nada, pero sólo sabe que la agarraron y la metieron en el horno de casa, cuando éste empezaba a calentarse. Estuvo allí un minuto, retorciéndose de angustia ante el terror, pero cuando su madre abrió la puerta y la sacó sin quemaduras, la mujer estaba convencida de que la había salvado.
La fuerza de la fe o de las creencias de cada uno es algo totalmente sobrenatural. De hecho, a continuación, cuando se hablaba de la Santa Compaña, la famosa procesión de almas con candiles que surge por la noche y que te arrastra con ella, si tienes la mala suerte de encontrarla; una persona del público afirmó que desde la ventana del escritorio de su casa, la había visto, con luces y todo. "¡Y fue el otro día", apuntó, sin ir más lejos.
"Neniño -le dijo una de las señoras- iso foi unha mala dixestión".
Mientras todo el mundo hacía lo que podía para aguantar el tipo.
Al rato, otra señora pizpireta decía: "Mira, yo no creo en nada y te voy a decir por qué. Resulta que hay un pueblo en el que las mujeres que tienen problemas para quedarse embarazadas suben a lo alto del campanario de la iglesia y rezan un ave maría. Precisamente, esto le paso a una de las vecinas e hizo lo que mandaba la tradición. Sin embargo, pasaron los días y no se quedaba encinta. Entonces, fue a hablar con el cura:
-Padre, mire, a mí me dijeron que si subía al campanario y rezaba un ave maría quedaba en estado, pero no pasó nada.
A lo que el cura le respondió:
-Es que no es con un ave maría, es con un padre nuestro, que si quiere lo llamo y arreglamos el asunto".
La sala entera estaba tirada por los suelos, nunca me había reído tanto en una misma tarde, y entonces, cuando parecía imposible que el cuerpo diese para más, el hombre de la Santa Compaña dice:
-Yo quería comentar también una cosa y es que, de pequeño, LEVITÉ.
Aquello era demasiado para mis oídos, hubo gente que tuvo que ir al baño para no reírse en público, un abanico salió volando disparado del susto, al conferenciante le caían las lágrimas y el místico seguía:
-Síiii... recuerdo... que yo estaba soñando que iba sobre un cochecito de choque... de esos eléctricos... y el cochecito explotaba. Entonces, desperté y cuando miré abajo, estaba flotando sobre el aire, ¡encima de mi cama!
A partir de ese momento ya no recuerdo nada, sólo sé que me dolía la barriga, que lamenté no haber llevado una cámara para grabar el momento, pero después de aquello, tengo que reconocer una cosa y es que sí, "haberlas, hailas".
Cuando era pequeña, el mejor momento del día era aquel en el que me balanceaba en un columpio, levantaba la cabeza hacia el cielo y creía que podía volar. Ahora he crecido, ya no quepo en los columpios, pero desde esta esquina del mundo pretendo recrear esa sensación de libertad, donde cualquiera puede tocar el firmamento con la punta de los dedos.
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Señorita Laurita,
ResponderEliminarbien es verdad que lo pasamos muy bien en la charla de Reigosa. Por favor avísame para la próxima porque estuvo muy entretenida.
Lo de las moiras, aunque Reigosa no explicó mucho, tiene que venir indefectiblemente de las Moiras (hermanas de las Parcas) de la tradición helénica. Para los habitantes de la Hélade estas semideidades mitológicas pasaban su existencia hilando y cada uno de sus hilos representaba la vida de un mortal. Si elegían un hilo de oro para tu vida seguramente serías rey pero, aún así, tendrías que tener cuidado en honrar a los dioses y dar gracias por tu suerte ya que si no cortarían tu hilo. Otros castigos consistían en mezclar los hilos con otros de material menos noble, deshacer lo hilado o directamente, cortarlo acabando así con tu vida.
Las encargadas de cortarlo son las parcas (de ahí lo de llamar Parca a la Muerte)mientras las moiras solo estaban autorizadas a hilarlo, haciendo tapices en los que se ilustraba la historia de tu vida.
Es curioso que hasta aquí haya llegado la figura de la moira/moura sin que el vocablo haya perdido su forma. (De hecho, los griegos vocalizaban la u como una i- al igual que en el francés-, por lo cual es casi la misma palabra) Para mí, de educación castellana, fue una agradable sorpresa. ¡No sabía que en Galicia las moiras todavía existieran! Va a ser verdad que haberlas haylas. Oiga usted, me encanta su blog. Sigue así.