Hace tiempo que me di cuenta de que guardaba demasiados deseos dentro de mí, por considerarlos imposibles o inalcanzables, pero un día, casi sin querer, se me abrieron las manos y los sueños empezaron a volar.
Intenté perseguirlos, recorrí kilómetros detrás de ellos.
-¡No salgáis! -les gritaba- ¡Os van a hacer daño! ¡Volved conmigo, aquí estaréis a salvo!
Pero entonces, cuando ya no podía más, caí desfallecida al suelo, y por primera vez, al observarlos detenidamente dando vueltas por el aire, comprendí que, a pesar del peligro que corrían, nunca habían sido tan felices, porque ahora podían existir. Así que me limité a dejarlos que siguieran sus propios rumbos y que buscaran lo que tanto ansiaban.
Al cabo de unos años, algunos regresaron, con la cabeza baja, contándome sus penas. Habían pecado de inocentes o ilusos y lamentaban haber tomado ciertas decisiones, pero pasados unos días, volvían a salir, en busca de la misma meta, con ánimos renovados y más fuertes que nunca.
Otros, sin embargo, volvieron desbordantes, con la sonrisa en la cara, porque se habían arriesgado y les había salido bien.
Ninguno se arrepintió de haberlo intentado y yo, es aún ahora, cuando me siento orgullosa de cada uno de ellos.
Cuando era pequeña, el mejor momento del día era aquel en el que me balanceaba en un columpio, levantaba la cabeza hacia el cielo y creía que podía volar. Ahora he crecido, ya no quepo en los columpios, pero desde esta esquina del mundo pretendo recrear esa sensación de libertad, donde cualquiera puede tocar el firmamento con la punta de los dedos.
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Acabamos de leer mi madre y yo uno de tus muchos pensamientos que quieres compartir con las personas que te seguimos.¡Cuánta sensibilidad y amor tienes hacia todo y todos los que te rodean!
ResponderEliminarSiempre supimos que eras una persona muy especial.