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jueves, 28 de agosto de 2014

Un verano con "La vieja sirena", de Sampedro

Era imposible no dejarse embaucar por el magnetismo de José Luis Sampedro, un hombre que detenía el tiempo con sus palabras, derrochando ternura y pasión. En unos minutos, a su lado, adoptabas voluntariamente el rol de estudiante y le adjudicabas a él el de maestro, con toda la sabiduría que eso conlleva, ya que, aunque siempre hacía gala de una gran humildad, en él parecían estar escondidas todas las grandes respuestas del género humano.

Un día, me encontré con él sentado en una silla en la playa hablando de "La vieja sirena" para el fantástico programa de libros "Página Dos" de RTVE y allí me quedé, embobada.
Contó que la historia transcurría en Alejandría, en la época de la caída del Imperio Romano, aunque el Mediterráneo podía considerarse otro protagonista en sí. En él, la esclava Irenia, sufriría diversas vicisitudes hasta comprender quién era realmente y descubrir su sentido en el mundo. Para ello se encontrará en la novela con diversos personajes con los que crecerá emocionalmente, para bien o para mal, donde destacan Ahram, el Navegante, y Krito, el filósofo, los únicos que conocerán su verdad.

Así que con esta introducción, quién podría resistirse a leerlo.
Lo compré en una edición de bolsillo y me lancé a sus 711 páginas.
Desde luego, no fue una lectura fácil. Desde el primer momento se nota la gran investigación histórica que ha realizado Sampedro enriqueciendo el libro con múltiples detalles y contextualizándolo con hechos reales, que a veces se agradecen y otras, por su extensión, te dispersan. Por otro lado, es difícil seguir una narración que carece de diálogos y procede, en su mayoría, directamente de los pensamientos de los protagonistas, como si fueran monólogos. Aparte de sus numerosos flashback.

Pero el libro tiene un gran sentido poético, por sus hermosas metáforas, y filosófico, por sus grandes reflexiones, que se debe leer con un lápiz en la mano. Ante todo, es un alegato a favor del amor en toda su extensión y la vida, pese al sufrimiento que puedan conllevar, en contraposición al poder y la inmortalidad. Pues la muerte, como marcador del tiempo, es la que establece un círculo perfecto. De nada sirven las riquezas y las grandes conquistas, ya que igual que vienen, se van, y sí tienen sentido las pequeñas cosas que ligadas a los sentimientos, se engrandecen. Así, no es más feliz el que más posee, sino el que más da y el que sabe recibir.

Al menos esa es mi opinión, ¿y la tuya?, ¿lo has leído?

miércoles, 6 de agosto de 2014

La ruta del agua de Guitiriz

Ya echaba mucho de menos irme de senderismo. Como la temporada de regatas de traineras es en verano, Bieito tiene muy pocos días libres. Este domingo fue uno de ellos y, aunque no hacía muy buen tiempo, nos fuimos a hacer un tramo de la ruta del agua de Guitiriz.

Este recorrido alcanza los 19,6 km y sigue el curso de los ríos Parga y el Ladroil, pero al no ser circular, decidimos salir de Santo Alberte, hasta la zona de Valdobín y volver, unos 9 km ida y vuelta. El camino es casi todo llano y está cubierto de robles y pinos.

Hasta ahí, muy bonito todo. El caso es saber llegar.
El lugar de Santo Alberte, en la parroquia de Sambreixo, no aparece en muchos mapas, así que con el de Turgalicia supuse que tendría que salir de la A-6 en Baamonde y desde allí, coger la nacional sexta con sentido hacia Coruña, porque en ningún momento había indicadores que marcasen la ruta.

Más adelante, nos encontramos con el cartel de Santo Alberte y abrimos los ojos a la espera de localizar al menos una capilla que lleva el mismo nombre y que forma parte del recorrido, pero lo que vimos en un minuto fue el cartel del siguiente lugar.

- ¡Da la vuelta! A mano izquierda recuerdo haber visto una señal del camino de Santiago. Seguro que es por ahí -le dije a Bieito con el espejismo de la imagen en mi mente.

Efectivamente, escondidos cruzando una vía de tren, estaban el puente romano primero y bajando una cuesta, la capilla gótica, donde a sus pies, brotaba agua de una fuente, junto a un cruceiro de este siglo. Un conjunto muy bonito.Y allí sí que había un cartel.

- A boas horas -exclamó Bieito con la gota de sudor frío en la frente.


Con mucho ánimo y las mochilas al hombro, nos pusimos en marcha. El río fluía tranquilo y en muchas zonas estaba como un plato, aunque no podíamos mirar mucho para él porque el sendero era estrecho y estaba lleno de raíces de árboles, ideales para provocar esguinces, aunque nosotros ya saltamos y esquivamos como corzos.

De vez en cuando, encontrábamos algún banco de madera para detenerse a contemplar el paisaje y restos de molinos.

En hora y media llegamos al área recreativa de la fuente medicinal de Valdovín. Una zona modesta, con mesas de piedra para comer y un porche que protegía el manantial de aguas sulfurosas. Pese a su mal olor, estas son ideales para problemas de piel o de tipo digestivo. Precisamente esta ruta, en su vertiente larga, también alberga otras dos más: la de San Xoan de Lagostelle (Guitiriz) y la de Santo Domingo (Pardiñas).

Después de parar para comer al aire libre, quisimos dar la vuelta y regresar al coche, pero pronto nos dimos cuenta de que el camino no se nos hacía conocido:


- Laura, a min non me soa isto...
- Sí, hombre, tiene que ser por aquí, estamos siguiendo el río -contesté convencida.

Pero empezamos a ver casas y casas y de repente, el sendero del río se convirtió en un parque y estábamos en medio de una ciudad.

- Ves como non íamos ben!?
- Pues es verdad... Pero entonces... ¿dónde carallo estamos?
- Non o sei, pero eu necesito un café.

Con la misma cara que si hubiéramos llegado al planeta de los simios, entramos en una cafetería y después de pedir dos cortados, solté la pregunta con sonrisa de circunstancia:

- Estades en Parga -dijo la camarera.
- ¡¿En Parga?! -contesté abriendo los ojos. Había un buen trecho, desde la fuente hasta allí.
- Si, pero non vos preocupedes, se seguides a estrada*, voltaredes ao mesmo punto. Seguro que en vez de coller* o camiño da esquerda, fúchedes* polo da dereita.
- Ayyy... Puede ser. Es que no había indicador y me despisté seguro.

Efectivamente, cuando acabamos el café y conseguimos volver a la fuente nos dimos cuenta de que sí había dos caminos en el mismo sentido, pero por el que habíamos venido al principio no estaba muy marcado por el tránsito y el otro que llevaba al pueblo, sí.

- Isto demostra que a estas andainas* hai que vir con tempo. Para cando te perdas -dijo Bieito.
- Pues sí.

La ruta de regreso aún se nos hizo más corta y pronto llegamos al coche. Las piernas estaban cargadas, pero fue una bonita tarde.

*Estrada = carretera
*Coller = coger
*Fúchedes = fuisteis
*Andainas = andadura